Capítulo 16: Conociendo a los cuñados

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Harry no tenía ni la menor idea de qué esperar cuando volvió a las mazmorras tras su lección de etiqueta a manos de Neville y Hermione. Había llegado a la conclusión, en algún momento entre el descubrimiento de que había una forma correcta y una incorrecta de desplegar la servilleta y que la sal sólo se podía pasar de izquierda a derecha que lo más probable era que hiciese el ridículo más espantoso durante la cena.

Se había puesto la ropa que Snape le había elegido, entre comentarios jocosos de sus antiguos compañeros de dormitorio. Se había mirado a sí mismo en el espejo del lavabo, horrorizado.

– ¿No os parece que estos pantalones son un poco... justos? –había protestado Harry cuando se había mostrado a Ron y a los demás. Se sentía terriblemente expuesto en ellos. Era el tipo de ropa que Gilderoy Lockhart hubiese llevado.

–Se supone que tienen que ser así, compañero –le aseguró Ron.

–Estás estupendo, Harry –asintió Seamus– Y si no nos crees, ve a preguntar a Colin –este comentario hizo que Ron y Dean empezasen a reírse. Harry gruñó exasperado. El grupo había llegado a la conclusión, en algún momento de quinto año, de que el pobre Colin Creevy estaba enamorado hasta los huesos de Harry. Él al principio no lo había querido creer, pero finalmente lo había aceptado al descubrir una foto a tamaño real de sí mismo colgada en la puerta junto al lecho de Colin.

–Me tengo que ir ya –les dijo con cierto disgusto a sus amigos antes de salir trotando escaleras abajo. Para su fastidio, los cuatro le siguieron. La sala común estaba inusualmente llena para ser un sábado por la tarde. Cuando Harry entró le recibió una salva de gritos admirados y silbidos, que en cuestión de segundos le tenían rojo como una amapola. Hermione les había chistado para que se calmaran, pero una simple mirada al rostro arrobado de Colin, lleno de adoración, había hecho que Ron y Dean volviesen a reírse cual hienas. Harry finalmente había huido.

Había esperado a Snape junto al hogar, preocupado con todas las cosas que Neville y Hermione habían tratado de enseñarle. No había forma humana de que llegase al final de una cena formal sin meter la pata hasta el fondo, y no le apetecía nada pasar aquel mal trago. Por no hablar de la furia de Severus Snape: aquel hombre podía destrozar verbalmente a cualquiera. Harry había recibido de su parte sarcasmos más que suficientes, y supuso que antes de que acabase la noche iba a sufrir una humillación total.

Miró muy sorprendido a Snape cuando éste entró en el cuarto, sin reconocerle apenas a primera vista. Por una vez no vestía de negro, sino de forma bastante similar a la de Harry, pero en azul oscuro en vez de verde. Y... Demonios, el hombre estaba... atractivo, incluso apuesto. No en el sentido en que lo habría estado un Gilderoy Lockhart, por supuesto: Snape no tenía el tipo de rasgos apropiados, desde luego, pero tenía un aire distinguido, y las ropas enfatizaban el hecho de que tenía un cuerpo atlético. Y había algo diferente en su pelo también... Estaba realmente bien.

Recordaba vagamente haber mascullado un par de cumplidos, y haberse sentido sumamente mortificado cuando Snape los había encontrado divertidos, pero al menos el hombre no se había burlado de él.

Y se había sorprendido mucho cuando Snape le había tranquilizado al respecto de la etiqueta. Lo cierto es que parecía como si Snape esperase que Harry hiciera algo chocante. Se preguntó si podría ganar puntos para Gryffindor portándose mal.

No le agradaba en exceso usar trasladadores, no desde el Torneo de los Tres Magos. Pero cogió la moneda con firmeza y se dejó transportar al lugar en el que iban a tener la cena.

Tropezó un poco al aterrizar. Podría haberse caído si ni hubiese sido porque Snape le agarró del brazo para que no perdiese el equilibrio

–Lo siento, no me gustan demasiado los trasladadores –murmuró. Snape no hizo comentarios. Al alzar la vista se percató de que estaban en una calzada de gravilla que daba a unas inmensas puertas de hierro labrado decoradas con motivos de rosas, que hicieron pensar a Harry en el tatuaje que había visto brevemente en la espalda de Snape. Más allá del portal vio una enorme casa con cuidados y complejos jardines alrededor.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now