Capítulo 20: Sinistra

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Harry se encontró la mañana siguiente, sentado entre Sirius y Remus. Al despertar, Severus le llevó a ver al Director donde explicó todo cuanto recordaban ambos del sueño. Lo cierto es que ya no podía decir gran cosa sobre su pesadilla, sólo que sabía que algo había cambiado. El Señor Oscuro había descubierto algo, un hechizo, arma o ritual, algo que le había llenado de tal terrible alegría que el puro poder de la emoción había despertado a Harry. Fuese lo que fuese, sabía que era espantoso, algo inesperado.

Era como si Voldemort hubiese recibido el mundo entero y supiese súbita y rotundamente que nada iba a ser capaz de pararle ya. Harry jamás se había sentido más solo en toda su vida, como si le hubiesen aislado de todo contacto humano, como si fuese el último ser vivo en la tierra y no pudiese apoyarse en nadie. Pero cuando intentó poner su sueño en palabras para el Director y el profesor Snape, sonó extrañamente hueco y súbitamente tonto, a la luz del día.

Más tarde, Severus le acompañó a las habitaciones de Remus Lupin y se despidió, explicando que tenía que volver a las Estancias de Briarwood para asegurarse de que los hechizos del laberinto de rosas habían sido eliminados.

Tras explicar su pesadilla una segunda vez a su horrorizado padrino, Remus y Sirius le interrogaron sobre la víspera con los Snapes. A juzgar por sus preguntas, sospechaba que ambos conocían su pequeño percance con Julius. Les dijo lo ocurrido con toda la calma posible, y luego describió en detalle cómo el puñetazo de Severus había roto la mandíbula de Julius y le había lanzado al suelo. Aunque no había reconocido el hechizo que Severus había lanzado a su hermano, recordaba las palabras y las repitió a los dos hombres. Por algún motivo, esto despertó la hilaridad de Sirius. Sorprendido, miró hacia Remus en busca de una respuesta. El hombre lobo le dedicó una sonrisa torcida.

–Es el equivalente mágico de un cinturón de castidad, Harry –le aclaró– El hechizo no sólo evita cualquier tipo de excitación física en la víctima, sino que también causa un intenso dolor y calambres al mínimo pensamiento carnal.

El hechizo pareció tranquilizar a ambos hombres, y Harry sospechó que Sirius quería saber si Snape había defendido su honor. Sintiendo la necesidad de defenderle, explicó el conflicto entre Snape y Draco Malfoy que había tenido lugar el día después de su matrimonio. Esa historia todavía era la comidilla de la torre de Gryffindor.

Finalmente pasó el día con los dos hombres, yendo después al comedor principal para reunirse con sus amigos a la hora de la cena. Allí se vio obligado a volver a contar su cena con los Snapes a sus compañeros de Gryffindor. Describió largamente a la hermana de Snape, comentó a los otros hermanos y no dijo ni media palabra sobre lo sucedido con Julius. Todos los Gryffindor parecieron encantados con la historia de los malos modales de Harry en la mesa, incapaces de aceptar que Snape le había animado a ello. De vez en cuando lanzaban miradas de incredulidad hacia la mesa de los profesores, al ceñudo Maestro de Pociones.

– ¿Soy yo, o Snape tiene un aire distinto? – preguntó Dean Thomas tras girarse unas siete veces para mirar hacia el profesor. Los otros se dieron la vuelta también.

–Ahora que lo dices, sí que está distinto –asintió Seamus. Ron frunció el ceño, pensativo:

– ¿Es su nariz más pequeña, o qué?

Sus palabras hicieron brotar una sarta de risas, pero Harry se encontró queriendo defender al hombre de nuevo. Una mirada rápida hacia él le mostró que no se había percatado del intercambio. También se dio cuenta de que, lo mismo que anoche, el cabello de Severus estaba suave y suelto, sin rastro del tónico que habitualmente lo retenía en su sitio. Sintió calidez en su interior al pensar que Snape podía haber alterado su peinado habitual simplemente porque Harry le había dicho que le gustaba así.

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now