Capítulo 70: El precio del valor

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El deseo de levantarse de un salto, agarrar a Harry y sacudirle era casi abrumador en Severus, y por una vez sospechaba que Remus Lupin y Sirius Black estarían de acuerdo con él.

Había cerrado los puños hasta que sus nudillos se quedaron blancos mientras veía cómo Lucius Malfoy tomaba su asiento en el Wizengamot y era bienvenido por un sonriente y amable Harry. ¿Se había vuelto loco? Todos le habían avisado una y otra vez. Sospechaba que incluso Draco le habría dicho que Lucius Malfoy no era de fiar. Les prometería la luna si hacía falta, mentiría, engañaría, robaría, haría trampas... lo que fuera con tal de beneficiar sus propios planes. Y apuñalaría a Harry por la espalda a la primera oportunidad si le sirviese de algo. ¿Por qué le ofrecía el muchacho aquella oportunidad de traicionarles? ¿Por qué no ordenaba, sencillamente, que los aurores le detuviesen y le sacaran de allí? Con la posición que ostentaba actualmente Harry, hubiese podido simplemente declarar que Lucius era un Mortífago y le hubiesen enviado a Azkaban sin más dilación.

Severus se encontró mirando rabioso hacia Dumbledore, urgiéndole sin palabras a tomar cartas en el asunto. Harry escucharía a la voz de la razón si Dumbledore hablara, seguramente. Ya era bastante malo que Harry pareciese creer que el vampiro que se hallaba sentado en la parte más alejada de la sala no era más que una víctima de las circunstancias... al menos los hombres lobo sólo eran criaturas oscuras una noche al mes, mientras que los vampiros eran peligrosos siempre. Pero esto Severus podía entenderlo: una enfermedad no debería condenar a una persona a una vida como esclavo.

Lucius sin embargo, era otro tema. Lucius se había ganado a pulso su destino. No se merecía una segunda oportunidad. Harry no entendía de lo que era capaz aquel hombre, y si creía realmente que algo en este mundo le convertiría en el campeón de los derechos civiles de vampiros y hombres lobo, se engañaba a sí mismo.

Pese a la mirada negra que Severus le estaba lanzando, Dumbledore sólo tenía ojos para Harry, y aunque Severus podía ver una cierta incredulidad en su mirada, el sentimiento preponderante era de maravilla. Dumbledore creía en Harry firmemente. Por el motivo que fuese, estaba dispuesto a confiar en Harry sobre este tema.

¡Merlín! ¿Es que nadie veía la forma en que Lucius estaba mirando a Harry? ¿No se daban cuenta de la lujuria que sentía? Lucius era un hombre extremadamente hermoso, ¡pero Harry no se dejaría conmover por algo así! La mera idea le revolvió el estómago a Severus.

– ¿Queda algo más, Director? –preguntó Harry en voz baja, todavía en el centro de la sala. Dumbledore pareció sobresaltarse por la pregunta. Se volvió hacia el resto de integrantes del Wizengamot, la mayoría de los cuales parecían todavía atónitos.

–Ah, sí –comentó el anciano– Habría que pensar en nombrar a un Ministro interino.

Harry no pareció precisamente sorprendido por la petición, aunque Severus hubiese deseado gritar en protesta. ¿Qué estaban haciendo? Aquellas decisiones no deberían ser tomadas por Harry. ¡Aquello no era responsabilidad suya!

–La señora Bones ejercerá de Ministro interino, si lo desea –declaró Harry, haciendo una ligera inclinación de cabeza hacia la mujer. Amelia pareció sobresaltada ante sus palabras, pero antes de que pudiese hablar, la señora Umbridge se levantó para protestar:

– ¡Pero eso le dará una ventaja injusta de cara a las elecciones!

Harry frunció el ceño mirando un segundo a Umbridge.

–Tal vez –asintió– o tal vez decida que no quiere el trabajo de aquí a unas semanas. Teniendo en cuenta los absurdos a los que hay que enfrentarse aquí cada día, no podría condenarla por ello –miró de nuevo a Amelia– ¿Aceptas el puesto?

La Piedra del MatrimonioWhere stories live. Discover now