Capítulo 77: Historia antigua

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Traer a Petunia Dursley a Hogwarts fue una experiencia de la que Sirius podría haber prescindido. El trasladador les llevó directamente a la enfermería que ya comenzaba a llenarse de muggles durmientes. Tan pronto aparecieron les mandaron fuera de la zona de llegadas hacia la sala principal para dejar sitio a nuevas entradas de gente.

Mientras Petunia Dursley exclamaba sobre la forma en que habían llegado, sobre los modales bruscos con que se les había tratado y sobre la impactante visión de su marido e hijo siendo levitados para que no estorbaran, Susan Bones, de Hufflepuff, les indicó a Sirius y Remus dos lechos cerca de las largas y estrechas ventanas, al final de la sala. Aunque Petunia no era la única squib presente que había tenido poca experiencia con la magia, desde luego era la más molesta y ruidosa. Susan miró a la pareja e hizo un gesto de dolor antes de alzar la vista al cielo ante la actitud de la mujer. Sirius miró de reojo a Remus y vio cómo apretaba los labios para contener una sonrisa: era difícil molestar a un Hufflepuff por regla general, pero el que Petunia se estuviese quejando ahora del viejo edificio no le iba a ganar amigos, precisamente.

Sirius y Remus levitaron a los dos obesos Dursley a sus respectivas camas. Mientras lo hacían, Sirius vio a cuatro guardias de las Tierras de Invierno ante la puerta de la habitación privada de Harry. Un gesto de negación de uno de ellos le dijo a Sirius que nada había cambiado: Harry no había despertado. Sirius se sintió desanimado al saberlo.

– ¿Qué clase de hospital es éste? –inquirió Petunia cuando Dudley y Vernon estuvieron debidamente instalados y pudo echar un vistazo alrededor. Bufó mientras miraba hacia los altos techos. Sirius frunció el ceño, preguntándose cómo debía ver un muggle aquel lugar: no había monitores electrónicos, ni máquinas y accesorios muggles, y la larga sala estaba iluminada por velas de cera de abeja situadas en pequeños candelabros de pared.

–Ésta es la enfermería de Hogwarts, señora Dursley –le dijo Remus. Parecía haber recuperado su habitual calma, aunque Petunia seguía manteniendo las distancias. Sirius se preguntó si sería más probable que nunca le habían abofeteado antes, o que Remus no hubiese levantado antes la mano a una mujer. Lo cierto es que lo segundo parecía bastante más probable que lo primero.

– ¿Aquí van a cuidar a mi Dudley y a mi Vernon? –Exclamó ella, ofendida– ¡Exijo una habitación adecuada, un lugar privado!

–Es más fácil atender a todos si están juntos –explicó Remus.

– ¡Pero no hay ninguna clase de equipo! –Protestó ella– ¡Sólo camas!

–Tendrán todo lo necesario –le aseguró Remus. Segundos después la señora Pomfrey apareció con Anna Granger. Durante un rato estuvieron colocando intravenosas y un hechizo para monitorizar sus constantes vitales. Pomfrey explicó que los catéteres y los tubos de alimentación se insertarían después. Sirius se estremeció ante la idea, pero entendía que con el alto número de pacientes Pomfrey no podía usar los hechizos habituales en aquellas ocasiones: hubiese quedado agotada rápidamente.

– ¿Y qué hay de mí? –Exigió saber Petunia en cuanto acabaron de preparar a Dudley y a Vernon– ¿Dónde me voy a quedar?

–Estamos preparando dormitorios comunitarios de emergencia en Hufflepuff para los squibs –le dijo Susan– Hemos pensado que allí estarían más cómodos que en las otras salas.

– ¡Dormitorios comunitarios! –Exclamó Petunia, despectiva– No pienso quedarme en un dormitorio colectivo.

–Si quiere quedarse con Remus y conmigo, es más que bienvenida –ofreció Sirius, irritado– Creo que tenemos una alacena donde puede usted dormir... ¿verdad, Remus?

La Piedra del MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora