XI

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𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

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𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨

    La obligaron a quedarse, hasta que solo las cenizas quedaron. El tiempo en el que el fuego consumió el papel fue rápido, envolviendo a los libros en una llama densa de la cual ninguno se salvaría

    No habían palabras, para describir sentimiento tan horrible, humillación más grande, dolor más intenso. Las lágrimas de rabia, frustración, impotencia y tristeza ni llegaban a descifrar la horrible sensación en el pecho que tenía la muchacha. Cómo le costaba respirar, lo enojada que estaba, el odio que estaba sintiendo. Todo junto.

    Eran sus libros, los que le regaló su amigo, los que le servían tanto, que nunca se aburría de leer miles de veces.
Ya no los tenía, ni los tendría más. La destruyeron, por completo, física y emocionalmente.

    Las Dhollen ya lo habían logrado, tomaron represalias con lo que sabían que más apreciaba. La habían hecho sufrir como nunca, le dieron el peor castigo de su vida, ella no valía nada, a ellas no les importaba. Querían verla hasta un extremo, verla quebrarse totalmente, destruirla hasta tal punto de sentir placer por verla totalmente rota. Y así lo hicieron.

    ¿Cómo alguien podía ser tan cruel con su propia familia? ¿O pisotear la dignidad e integridad de una persona hasta el punto de tenerla humillada en el suelo? En esa casa, para las Dhollen, la muchacha no era su sobrina, y para Lauren no eran sus tías.

    En el ambiente solo había profundo odio, y era mutuo.

    En aquellos momentos estaba viviendo y sintiendo algo tan penoso, y tan desgarrador que ni siquiera tenía nombre, se hundió mucho más en aquel pozo de extrema tristeza, cólera, y repulsión.

    Esta vez, la habían herido tanto, que nunca más creyó en nada, su odio, su rechazo, su repulsión la invadieron totalmente, su corazón se rompió en miles de pedazos, se ensombreció de pena, de pesar.

    Y su luz se terminó de apagar, para siempre.

[•••]

    No suficiente con lo que habían hecho, la hicieron limpiar las cenizas, barrerlas hasta que el suelo quede impecable, y luego tirarlas a la basura.

    La obligaron también a continuar con sus tareas, como si absolutamente nada  hubiese pasado. Tenía que hacer todo con la misma disciplina, con el mismo rigor. Qué importaba lo destruida que le habían dejado la espalda.

    No le dieron ni siquiera tiempo para poder ir a curarse. Porque no podía interrumpir más su rutina, y si tanto quería vendarse o sanarse, lo haría a la noche, cuando termine todo. Le advirtieron que se calle, que lo que había pasado que no se lo mencione a nadie, y una vez más la amenazaron.

❛¹❜⸙ 𝐂𝐑𝐎𝐖𝐍 | 𝔗𝔥𝔬𝔪𝔞𝔰 𝔅𝔯𝔬𝔡𝔦𝔢-𝔖𝔞𝔫𝔤𝔰𝔱𝔢𝔯 (✓)Where stories live. Discover now