𝐂𝐑𝐎𝐖𝐍 | ❝ El príncipe al fin regresa a Inglaterra después de su largo viaje. El Reino goza de su presencia nuevamente y contamos con ella ¡Alabado sea el príncipe! ❞
╰─¹⁸⁸⁰─𝐀𝐦𝐛𝐢𝐞𝐧𝐭𝐚𝐝𝐚 𝐚𝐥 𝐬𝐢𝐠𝐥𝐨 𝐗𝐈𝐗
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𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 1880 —𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨
Quedó dormida dentro de poco, pero debido a lo tarde que se había acostado, no pudo dormir demasiado. Ya que también estaba acostumbrada a levantarse bastante temprano.
Su cuerpo la levantó a las 6 de la mañana automáticamente, no permaneció recostada y decidió empezar a alistarse de una vez por todas. Un nuevo día empezó, esta vez totalmente diferente a cualquier otro, que le daba inicio a una nueva etapa.
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Se dirigió al baño de la habitación para poder asearse con normalidad, pudiendo notar mucho lo fino que era ese espacio gracias a la luz de la mañana. Aseó su cuerpo, y se lavó el rostro, el cabello, para luego cepillárselo y poder peinarlo después.
El moño en la parte baja de su cabeza, adorno una vez más su rostro. Para luego empezar a cambiarse con la ropa que había dejado al pie de la cama, con todas las cosas que se tenía que poner debajo, los botines, la camisa, y el vestido marrón, y al final ponerse el típico delantal blanco al rededor de la cintura.
Terminó con todo al colocarse el reloj, y se aseguró de dejar todo en la habitación como lo había encontrado, perfectamente limpio y ordenado, con la cama tendida, el baño limpio y todas las cosas en su lugar.
Decidió dejar su maleta por el momento ahí, acomodada en una de las esquinas de la habitación. Para luego ir a encontrarse con las sirvientas del hombre, que ya estaban abajo en la cocina preparándose para preparar el desayuno. Ofreció su ayuda, e insistió en brindarla, ya que era lo mínimo que podía hacer para poder justificar su presencia en esa lujosa casa. Las dos sirvientas al principio se negaron, pero terminaron accediendo de todas maneras.
En esa casa, esa tremenda casa, solamente vivía Vladimir Gees, sólo. Solía vivir con su esposa, antes de que la misma fallezca, y también con sus hijas, antes de que éstas se vayan para hacer su vida. Sus sirvientes lo querían mucho, y hacían todo lo posible para que los efectos de la soledad no le afecten. Era un hombre muy considerado, que trataba a sus sirvientes como amigos, desayunaba, almorzaba y cenaba con ellos, y a pesar de que él sea el patrón de la casa, aquel ambiente de trabajo era el más sano que se podía haber visto.
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—Ah señorita, trabajar con el señor Vladimir ha sido una bendición para nosotros. Hemos tenido mucha suerte. —Le dijo una de las sirvientas, mientras ella y Lauren picaban unas cebollas casi profesionalmente. —Y disculpe si toco el tema, pero creo que usted no tuvo la mejor de las suertes al trabajar con esas mujeres. Que se la pasaban. —Dijo con gran énfasis en la última palabra. —Siendo atendidas como si fueran las misma reina de Inglaterra.