44.- "Veneno"

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La culpa se sentía como resaca a la mañana siguiente, aunque consideraba que no hizo nada indebido y que sus palabras poseían cierta verdad, Luciel no estaba orgulloso, por el contrario, creía que debía disculparse con Valtrana. Aunque una parte de él pensaba de esa forma, la otra le dictaba que no tenía nada por lo cual hacerlo, que había sido el príncipe quién provocó esa desagradable situación y que sus palabras no podían herir su excesivo ego.

Al levantarse, la cama estaba hecha, algo que era imposible ya que las doncellas no entraban a arreglar la habitación hasta que estuviese vacía. Al observar a detalle, se percató de que estaba torpemente arreglada y eso solo le indicaba que fue Valtrana quién lo hizo. Sin embargo, era bastante temprano para que el príncipe se hubiese levantado, era perezoso y solía tomar el desayuno en la habitación, mayormente solo. Todos esos pequeños detalles crearon extrañas ideas en su cabeza, quizá Valtrana si estaba molesto con él, al punto de no querer ver su rostro.

Luciel llevaba medio día sin verlo por ningún lado, no estaba en el jardín donde solía tomar el té, ni en el invernadero donde visitaba a Colibrí, tampoco en los establos o el campo de entrenamiento, aunque este último no solía pisarlo para evitar que descubrieran su incapacidad como caballero. Anya preguntó a los guardias quienes no lo vieron salir, por lo que solo quedaba el despacho del príncipe. Luciel tocó la puerta y no obtuvo respuesta, aun así decidió entrar. Las puertas del balcón estaban abiertas y las cortinas se mecían con el viento. Valtrana tenía la cabeza apoyada en los brazos sobre el escritorio, el joven se acercó y lo llamó un par de veces, pero dormía plácidamente.

Se quedó observándolo por más de un momento, verlo de esa manera tan vulnerable le hizo olvidar el motivo por el cual lo buscaba, pues quien mirase ese apacible rostro no podría creer que de sus labios emanaran palabras tan desconsideradas y mirara de manera arrogante. Sin que pudiera advertirlo, ese hombre que parecía una obra de arte tenía un gran efecto en él. Muchas mujeres habían caído ante sus encantos y Luciel se negaba a hacerlo también, pero más que su apariencia, se sentía atraído por aquellos instantes en que mostraba un lado verdaderamente amable. Guiado por un impulso, alcanzó esos claros cabellos con los dedos de su mano, aunque de inmediato la contrajo al darse cuenta de lo que hacía y se alejó de él.

—¿Luciel? —preguntó con voz somnolienta.

El joven se detuvo, ya que era poco común que lo llamase por su nombre sin abreviarlo y se volvió hacia él. Sus miradas conectaron al instante, pero las palabras parecían estar atrapadas en sus gargantas. Desviaban las miradas, pues ninguno se atrevía a hablar primero.

—¿Necesitas algo? —Valtrana rompió el silencio.

—No, es solo que te veías durmiendo tan tranquilamente que no quise molestarte —respondió evitando mirarlo a los ojos.

—Al leer estos documentos me dio sueño. Supongo que eso nos sucede a los incompetentes y cabezas de aire como yo.

—Eso no suena divertido cuando tú lo dices —Su voz sonaba apagada.

—Pero es verdad, no soy hábil en el manejo de la espada o cualquier otra arma, tampoco un buen amante ya que no he dormido con ninguna mujer, ni siquiera con mi esposa porque es un hombre. Aparte de mi inigualable belleza no poseo algo más, mi vida parece estar basada en mentiras —Emitió un largo suspiro.

El joven lo miró un momento, dio unos pocos pasos y se sentó frente a él.

—Creo que me agradabas más siendo el egocéntrico y sarcástico príncipe —Valtrana alzó la mirada ante sus palabras y sonrió.

—Aprecio tu honestidad, al menos tu desagrado hacia mí es verdadero.

—Un rey debe rodearse de personas capaces y de confianza, un hombre que lleva en sus hombros el peso de un reino, no puede hacer todo solo. Así que no debe avergonzarte el pedir ayuda —Los ojos de Valtrana se agrandaron—. Perdona mis pedantes palabras, es evidente que tienes potencial.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora