Valtrana [BL]

15.- "El reino donde nace el sol"

El mensajero caminaba deprisa por los extensos pasillos hasta llegar al gran salón principal, el cual se encontraba custodiado por un par de guardias que parecían hechos de hierro, incluso sus facciones eran duras como el metal. El rey ordenó que le permitieran pasar y, como si estuvieran sincronizados con las palabras del soberano, así lo hicieron. El mensajero caminó de frente hacia el rey, el cual era un hombre de edad avanzada, complexión robusta, cabello grisáceo y ojos rojos, se detuvo a una distancia moderada para ponerse de rodillas en señal de respeto.

—Mi señor, traigo un mensaje importante para usted —dijo el hombre con la mirada baja.

—¿De qué se trata? —El rey le instó a levantarse.

—Son noticias del reino de Erdine.

—¿Quién es la fuente? —preguntó el soberano.

—Se trata del informante en la sombra —respondió.

El soberano sonrió, inclinó leve su cabeza y con ello le permitió al mensajero continuar, fue así como tuvo conocimiento de que el príncipe Valtrana se había marchado del palacio real sin la protección adecuada colocándolo en una situación vulnerable y no solo a él, sino a todo lo que representaba. La persona conocida como el informante en la sombra se trataba de alguien que mantenía oculta su identidad, pero que había proporcionado conocimiento valioso al reino de Sylverant. Debido a que la información que recibían de esa fuente era confiable y siempre estaba dirigida personalmente a Rakard Akfor, el soberano de Sylverant, no se insistió en conocer su identidad solo a mantener una buena relación con dicha persona ya que gracias a ella, Rakard había comenzado a mover las piezas del juego.

Rakard tomó el pergamino para cerciorarse, era un hombre muy meticuloso con todos los asuntos que le competían, no porque desconfiara de sus allegados, sino que tampoco podía pecar de confiado

—Si hubiera sido mi hijo quién me desobedeciera, ahora mismo estaría purgando una severa condena y no burlando mi autoridad como el vástago maleducado de Leofris —mencionó Rakard con cierto desdén.

—Si me lo permite —dijo el mensajero y Rakard le instó a continuar —. Según tengo entendido, la gran mayoría de los habitantes de Erdine son indisciplinados y perezosos, por lo que no es de extrañar que el príncipe sea tan insensato.

—En efecto, sus absurdas creencias los han hecho necios y débiles, no merecen la tierra que pisan.

Al término de la conversación, el rey Rakard envió una respuesta y nuevas órdenes con el mensajero, el cual tomó ambos pliegos y se retiró del recinto. Al salir al exterior del palacio, el sol era abrazante por lo que de inmediato cubrió su cabeza y rostro, luego empacó todo lo necesario para su larga travesía por las desérticas tierras de Sylverant, puesto que su destino estaba más allá del límite del reino.

El clima era árido, el aire sofocado y con una sensación de amenaza impregnada en el ambiente, así era Sylverant, una tierra agresiva donde sus habitantes eran personas talladas por las adversidades y donde ser débil no se consideraba una opción. La única manera de atravesar el territorio de Sylverant era sobre unas bestias conocidas como Golephants, las cuales tenían forma de elefantes gigantescos con la piel tan dura como una roca, capaces de soportar los ataques de las agresivas criaturas dispersas en el desierto incivilizado. Además, los Golephants podían sobrevivir sin beber agua durante lapsos prolongados, por lo que eran el medio de transporte más utilizado y eficaz de esa región.

El modo de vida de Sylverant distaba bastante del resto de los reinos, se trataba de una lucha constante por sobrevivir, por permanecer un día más con vida, por lo que sus creencias y costumbres se basaban en la fortaleza física y espiritual. Tomando eso como punto de partida, un linaje demostró poseer la mayor fortaleza de todas desde la antigüedad. La familia Akfor había tenido el dominio de Sylverant durante generaciones y algunos creían que desde el inicio del tiempo, ya que eran considerados los descendientes más fuertes y valerosos de la tierra que veía nacer el sol.