18.- "Templo en el Valle de la Fe"

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Tanto en verano como en invierno, los habitantes de Erdine vivían una vida pacífica y en relativa felicidad, pues no había grandes problemáticas que les afectasen en su día a día, al menos eso pensaba Valtrana tras su corta estadía en los Picos del Oeste y al observar el paisaje desde su cómodo carruaje. Lo que sus ojos podían apreciar a través de la ventana lograba despejar su mente, aspiraba profundamente el refrescante viento consiguiendo enfriar sus pensamientos y expulsar por sus labios aquello que por dentro le molestaba.

—¿Algo te incomoda? —preguntó Luciel.

—Sí, tú —Valtrana respondió breve.

—¿Se puede saber que hice para molestar a su majestad?

—En primer lugar haber desaparecido a tu hermana, luego haber tomado su lugar y por último no poder cortejar a ninguna dama porque me harías ver como un desleal —utilizó sus dedos para enumerar sus respuestas frente a Luciel.

—Tus preocupaciones no son más que tonterías, deberías enfocarte en otras cosas.

—¿Cómo qué exactamente?

—Como el hecho de que fuimos a un lugar que es considerado el "hogar de los Grifos" y no vimos ninguno —respondió Luciel.

—Deberías estar agradecido de que no nos topáramos con ninguno, esas criaturas son peligrosas. Además estuvimos poco tiempo, tampoco le des tanta importancia —mencionó Valtrana despreocupado.

El príncipe no consideraba relevantes los asuntos que en realidad lo eran, para Valtrana todo aquello que implicara un menor esfuerzo le resultaba conveniente y Luciel podía percatarse de ello. Juzgaba a Valtrana como débil y perezoso, lo cual le hacía preguntarse si existía algo que le hiciera prestar atención al príncipe.

—¿Alguna vez has sido serio con algo? —cuestionó Luciel.

—Sí, con tu hermana y mira como me fue.

—Dudo que hayas sido serio con eso, pero está bien. Si se presenta la oportunidad de que puedas cortejar a una mujer, hazlo, no me opondré.

—Pero si ella aparece...

—Pretenderé no saber nada de lo que hagas, mi hermana no lo sabrá por mí.

Luciel se sentía en deuda con Valtrana por haberlo desposado con engaños, por haber ocultado la verdad desde el inicio y por continuar manteniendo ese secreto que originó todo el problema en el que se encontraban. Además sabía que su hermana no sentía el mínimo afecto por el príncipe, por lo que no obraba mal al ocultárselo. Las palabras de Luciel fueron la llave para quitar unos pesados grilletes que Valtrana llevaba puestos desde el día de su enlace, se sentía frustrado de estar unido a un hombre, de no poder dar ni recibir afecto de la mujer que amaba, en general de ninguna mujer. Fue como si hubiese recuperado su antiguo yo, lo cual relajó su semblante y restauró su buen ánimo.

Luego de un trayecto con pocas escalas, se encontraban en las cercanías del Valle de la Fe, el cambio de entorno fue evidente a sus ojos y por consiguiente a sus espíritus. Había árboles cuyas copas parecían cubiertas de nieve debido al blanco de sus flores, su belleza solo era comparable al agradable aroma que desprendían. Querían detenerse para apreciar más de cerca el hermoso regalo de la naturaleza, pero eso solo los retrasaría, por lo que continuaron en contra de sus voluntades. Llegaron al pie de la montaña donde se encontraba el templo, observaron una escalinata de piedra que descendía de la cima, adornada con flora roja que teñía el paisaje de la ladera. Todo en ese lugar parecía estar en perfecto orden, como si una mano invisible, quizá la mano de la Diosa, hubiera adornado ese místico lugar.

La escolta del príncipe acampó en los alrededores, estaba prohibido que los hombres sin compromiso alguno pisaran el templo. Por otra parte, había mujeres que los acompañaban, sin embargo, al ser una pareja recién casada solo ellos tenían permitido el acceso. Luciel ascendía con facilidad cuando se percató que Valtrana había quedado varios escalones abajo, apoyado en el borde de la escalinata y con dificultad para respirar. Habían recorrido una gran distancia, pero aún faltaba bastante para llegar a la cima, Valtrana no estaba acostumbrado a realizar mucho ejercicio físico por lo que le resultó una actividad extenuante. Luciel le instó a continuar, Valtrana lo hizo, pero su avance era tan lento que terminó por agotar la paciencia del pelinegro, quién además de cargar un pequeño equipaje se vio obligado a llevar en su espalda al príncipe.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora