28.- "La otra verdad"

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La facción del rey era la única con conocimiento sobre la desaparición de Valtrana, por lo tanto, Leofris ordenó que fueran discretos y no revelaran esa información. A pesar de su mandato, la noticia se propagó con rapidez por todo el reino de Erdine.

En un puesto de víveres, las personas conversaban sobre el infortunio que vivía la familia real, así como la probabilidad del fallecimiento del príncipe heredero y su esposa. Un par de oídos se concentraron en lo que esas personas decían, terminó por adquirir lo que necesitaba de ese puesto y se alejó deprisa.

—«Esto no puede ser, mi hermano no puede haber muerto» —reflexionaba Lucina oprimiendo su pecho con la mano.

Lucina respiró profundo para aclarar sus pensamientos, nada en su interior le sugería que su hermano hubiera abandonado ese mundo. Desde pequeños compartían un lazo especial, pero Lucina era más sensible para percibir las emociones de Luciel, fue debido a esa habilidad que se vio incitada a tomar la decisión de alejarse. Recuperó la compostura al darse cuenta de que Luciel estaba bien, de lo contrario, sentiría una aflicción tan inmensa que no podría continuar con su propia vida. Juntó sus manos y oró para que los Dioses protegieran a su hermano, a pesar de que sus acciones se revelaran a sus sagrados designios.

—«Que ese patético príncipe no le haga la vida más difícil a mi hermano...» —añadió al final de su plegaria.


El rey Tabard indicó que lo siguieran, Luciel no estaba sorprendido de que Valtrana lograra convencerlo, ya que conocía de antemano su elocuencia al hablar. Era evidente que Luciel poseía mayor fuerza y destreza en el combate, pero Valtrana lo superaba en astucia y descaro, sus impecables engaños le abrían puertas que la fortaleza no podía. Sin percatarse, sus habilidades se complementaban de tal forma que hacían de ellos un dúo excepcional.

A Valtrana le causaba asombro la apariencia de los Dragones, poseían algunos rasgos que había visto en las imágenes de antiguos pergaminos, sus enormes alas, los cuernos en su frente, escamas en partes de su cuerpo y una poderosa cola. Tabard, así como el resto de sus súbditos, tenía una apariencia semi humanoide, pero distaba de las terribles bestias que los pergaminos mostraban. También guardaban cierta similitud con los Albas y Nigrums en cuanto a sus orejas, aunque los Dragones poseían orejas más largas y gruesas.

La curiosidad del príncipe no hacía sino aumentar, pero debía controlar su entusiasmo, ya que podría conducirlo por un camino sin retorno. Consideraba preciso una adecuada elección de palabras o un cuestionamiento acertado, ya que no podía permitirse fallar en una situación tan delicada.

—Disculpe majestad, antes utilizó un término que aún no logro comprender, ¿a qué se refería con blendiurs?—mencionó Valtrana con desconcierto.

—¿En verdad no lo saben? —Tabard se dirigió a Baldor quién negó con la cabeza—. Siendo así, es complicado de explicar.

El rey dragón optó por contar la versión de su historia, hizo de su conocimiento que los primeros seres en habitar Alteria se encontraban localizados en las islas que conformaban Celes, seres alados con apariencia similar a su creador. Con el tiempo aparecieron los humanos, criaturas de menor fuerza tanto física como espiritual, pero con la habilidad de analizar y comprender las cosas para adaptarse al entorno, lo cual les permitió sobrevivir y posicionarse como la especie dominante en Alteria.

Tanto los Dragones como los Albas intentaron compartir sus experiencias y estrechar lazos con ellos, pero debido a las enormes diferencias exteriores, los humanos rechazaban cualquier tipo de vínculo y el miedo los incitó reaccionar de manera hostil. Con base en engaños, utilizaron sus armas metálicas para dañarlos y los enfrentamientos fueron inevitables.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now