51.- "Territorio Élfico"

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El dolor punzante se transformó en una sensación de ligereza, como si estuviera flotando en el aire. Sus oídos dejaron de percibir los ruidos del exterior, ni siquiera podía escuchar el sonido de su propia respiración. Sus ojos se sentían pesados, lo último que pudo ver fue el desconcierto en el rostro de Valtrana, sus ojos humedecidos y tristes, sus labios emitían palabras que no lograba comprender hasta que la oscuridad lo consumió por completo. De pronto, vio una silueta familiar que le extendía la mano y, sin pensarlo, caminó hacia ella, pero en medio de la oscuridad escuchó una voz que lo llamaba por su nombre, con un tono profundo y angustiado, que resonaba a lo lejos. Luciel se giró, pero no había nadie a sus espaldas, aun así, seguía escuchando esa voz que lo llamaba con desesperación. Caminó hacia la nada, guiado por su instinto y, cuando se escuchaba más cerca, despertó.

Luciel abrió los ojos lentamente y su mirada se quedó pérdida por más de un momento en el techo de la habitación. Se levantó con un sobresalto y sintió una punzada en su hombro que le hizo encoger levemente de dolor, se dio cuenta de que su pecho y hombro estaban vendados. El aire movía las cortinas permitiendo que la brisa se adentrara por las ventanas llevando consigo pétalos recién caídos de los árboles y plantas. La luz del sol bañaba cálidamente los muebles, los objetos dentro de la habitación y se proyectaba en el suelo de madera encerado. Observaba con detenimiento su alrededor, había una alfombra ovalada de color rojo y con arte trenzado, en las paredes estaban cuadros de flores pintadas con acuarelas, sin duda una habitación desconocida, pero acogedora. Dirigió su mirada a la puerta cuando ésta se abrió de pronto, Valtrana se encontraba de pie, inmóvil, dejó a un lado el tazón que tenía en sus manos y, sin decir una sola palabra, se apresuró hacia donde el joven se encontraba. Lo estrechó con moderada fuerza, a la vez que entrelazó los dedos en su cabello oscuro. Luciel estaba aturdido, desconcertado y su corazón comenzó a latir rápidamente.

Valtrana siempre tenía una actitud segura, pero a la vez despreocupada, en cuyo rostro perduraba una deslumbrante sonrisa capaz de ablandar el corazón de cualquier ser, pero en ese instante, su semblante lucía inquieto, sus cejas estaban levemente arrugadas y sus labios parecían contener con fuerza muchas palabras.

—Las palabras no son suficientes para expresar mi gratitud —Valtrana aclaró la garganta con delicadeza y tomó la mano de Luciel con una dulce expresión.

Los ojos del joven se abrieron ante esas inesperadas palabras, temía creer en ellas, pero la expresión del príncipe reflejaba sinceridad, además, no era usual que mintiera de tal forma cuando se encontraban a solas. Valtrana no le dio oportunidad de una respuesta, se levantó para recoger el tazón que había dejado sobre el mueble de madera a un lado de la puerta. Lo ayudó a incorporarse correctamente para alimentarlo, pero Luciel se sintió avergonzado y tomó por sí mismo la cuchara y el tazón con comida. Luego de unos cuantos bocados, se percató de que Valtrana tenía la mirada fija en él. Su expresión no era de burla o superioridad, como el joven estaba acostumbrado, por el contrario, su rostro lucía aliviado, feliz, incluso con una mirada afectuosa. Se mostró receloso, puesto que el príncipe no parecía él mismo, su atuendo era sencillo, estaba desprovisto de su capa carmesí y los excesivos adornos en su abrigo. Vestía una camisa blanca debajo de un abrigo color marrón, un color que Valtrana siempre se negó a usar, solo sus botas oscuras pertenecían al atuendo que llevaba cuando fueron emboscados.

—¿Dónde estamos? —preguntó Luciel.

—Quizá no lo creas, pero estamos en Xeniere —respondió al apartar el tazón vacío.

El joven lucía confundido, el territorio Élfico era un lugar que estaba fuera de sus planes para visitar, para cualquier Erdiano en general.

—Tengo la sensación de estar en la tribu Alba.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now