75.-"Invasión enemiga [Parte 3]: Solemne y sangrienta"

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Valtrana observó la luz que emitía Colibrí al entrar entre los barrotes de la ventana. Ella voló deprisa hacia él y lo tiró de la vestimenta para incitarlo a levantarse. El príncipe estaba confundido ante la insistencia de la pequeña hada, cuando vio el fuego y caos en la lejanía comprendió un poco lo que pasaba. La desesperación lo invadió, quería salir pronto de su jaula. Escuchó pasos acercándose, para su fortuna se trataba del mismo guardia de la noche anterior que llevaba sus alimentos. El príncipe trató de controlar su angustia para preguntarle sobre la situación, aunque el guardia no sabía con exactitud lo que pasaba, Valtrana confirmó sus sospechas. Tocó el hombro del joven y le pidió dejarlo salir, con la argucia de que iría ante su padre para ayudarlo, pues no podía permitir que su reino cayera ante las garras del enemigo. No solo la firmeza en sus palabras o la seriedad en el semblante del príncipe hicieron que el guardia confiara en él, a pesar de conocer las consecuencias por desobedecer al soberano, había algo en el tono de su voz, en su mirada que movía a voluntad del príncipe las emociones de los demás. Una fuerza invisible que ni siquiera él mismo podía entenderla.

Aunque Valtrana estaba decidido en proteger a su reino, pero debía encontrar la manera de no ser devuelto a su confinamiento. Tomó a Colibrí y descendió de la torre, eludió a los guardias que lo buscaban y se ocultó para pensar en sus acciones. Escuchó alboroto y después un silencio sepulcral, se desplazó con cuidado por los pasillos del castillo, en su trayecto observó cuerpos ensangrentados y algunos inmóviles de subordinados, los cuales hacían un camino hasta la sala del rey. El príncipe se detuvo antes de ser advertido por los enemigos que se adentraron a la habitación donde se encontraba su padre. Chasqueó los dientes y sus cejas se contrajeron en el centro, no portaba una espada para defenderse ni a los demás, aun si la trajera consigo no serviría de mucho, ya que no se distinguía por ser un gran guerrero como su mejor amigo o Luciel. Se limitó a permanecer cerca de ahí, a la espera de una oportunidad.

Los refuerzos militares de Erdine no se hicieron esperar y avanzaron deprisa hacia la entrada de Caddos

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Los refuerzos militares de Erdine no se hicieron esperar y avanzaron deprisa hacia la entrada de Caddos. Solo Siran y unos cuantos soldados se encontraban allí, el resto se localizaban en el punto medio de la ciudad. Imaginaron que sería fácil deshacerse de unos cuantos hombres, por lo que las unidades acorazadas y en montura permanecieron atrás, mientras la infantería se encargaría de ellos. Desconocían que el primer príncipe de Sylverant se distinguía por ser un gran guerrero, por lo que su exceso de confianza les costaría caro. El Segador Escarlata hizo honor a su título, golpeaba los cráneos, vientres y extremidades de sus enemigos utilizando ambas espadas, incluso su propio cuerpo. Se bañaba con la sangre de sus enemigos que teñían su vestimenta, a pesar de estar agotado podía acabar de manera hábil y feroz con tres soldados a la vez. Todo aquel que lo confrontaba terminaba con lesiones graves hasta llegar a una dolorosa muerte. Sus respiraciones se hacían cada vez más agitadas y su máscara lo sofocaba, pero no podía quitársela, se negaba a mostrar su debilidad, esa horrible cicatriz que solo atraía miradas de horror o de lástima. Pretendía permanecer ahí de pie, luchando hasta que no quedara un solo enemigo o que sus músculos no soportaran más.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now