30.- "En la mansión del duque"

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El pequeño revolvía la comida con el cubierto metálico, tenía la mirada baja, perdida en sus pensamientos, una expresión inusual en un niño de su edad. La mujer a su lado lo observaba, aunque mantenía una severa fachada ante los demás, la preocupación por su único hijo era genuina.

—¿Qué sucede, hijo? —preguntó Elaine.

—Extraño a Val —respondió Lucalus apagado.

Desde que su hermano mayor se había ido, las actividades del pequeño no variaron, recibía los alimentos, se aseaba y tenía sus prácticas a las mismas horas, podía jugar al terminar sus deberes y pasar tiempo con su madre. Sin embargo, había escuchado conversaciones de la servidumbre donde mencionaban que probablemente su hermano no regresaría. Lucalus se sentía triste, el hecho de imaginar que jamás volvería a ver a Valtrana le hacía experimentar una extraña sensación de vacío.

—Así será a partir de ahora, es tiempo de que lo olvides —mencionó tajante.

—No, no quiero —Lucalus replicó con un tono de rabieta.

Elaine lo reprendió, aunque nada era oficial, se convenció de que Valtrana había muerto, pues lo consideraba débil y atolondrado, como un niño perdido en la oscuridad de un bosque. No tuvo más opción que ser firme con su hijo, ya que no quería que sufriera más por ello. Además, si la buena fortuna estaba de su lado, Lucalus tomaría el lugar que, ella consideraba, le correspondía por derecho. A pesar de las reprimendas, el pequeño lloró hasta quedarse dormido, ella limpió sus lágrimas con el dorso de su mano, lo cubrió apropiadamente con la frazada y depositó un beso en su frente. Nada poseía más valor en su mundo que Lucalus, por ello otorgaba algunas concesiones con respecto a Valtrana, pero sabía que llegado el momento preciso, debía romper todo vínculo que su hijo tuviera con el primogénito del rey.

Salió de la habitación para retirarse a descansar, pero en el trayecto observó la puerta entre abierta del despacho de Leofris y se adentró sin anunciarse. Elaine encontró al rey leyendo una nota con una enorme sonrisa de alivio. Se acercó para indagar al respecto, debido a que Leofris tenía varios días con un terrible semblante. Él le comunicó sobre el informe de Gilbert, donde su amado primogénito había aparecido con vida. Elaine le dio la enhorabuena con una sonrisa fingida, aunque faltaba corroborar dicha información. En el mismo escrito, el capitán Gifford le notificó sobre la demora en su retorno, ya que el príncipe tenía asuntos sin resolver. El hecho de que su hijo estuviera con vida era más que suficiente para Leofris, por lo que en respuesta le otorgó autorización para que hiciese lo necesario y regresara antes del cambio de estación.

 El hecho de que su hijo estuviera con vida era más que suficiente para Leofris, por lo que en respuesta le otorgó autorización para que hiciese lo necesario y regresara antes del cambio de estación

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Para Gilbert, era evidente que el duque trataba de impresionarlo con un ostentoso y exquisito menú. Las mejores carnes de caza y confites de fruta servidos en platos de porcelana, los cuales estaban decorados con flores y toques dorados. Los cubiertos dorados y las copas de cristal con la base del mismo material que los cubiertos le parecían excesivos, puesto que ni el mismo Leofris Aurión utilizaba una vajilla similar en cenas menores, solo en banquetes que lo ameritaban. Además, los criados que servían los alimentos llevaban trajes vistosos, sus movimientos eran precisos y elegantes. Durante la cena, el duque manifestó su intención de formar un vínculo entre su familia y la familia Gifford, destacando las cualidades de su hija para despertar el interés de Gilbert. El joven rechazó cada uno de sus intentos de manera sutil y respetuosa, ya que no sentía el menor interés por ella, a diferencia del duque cuya constitución rebosaba, la de ella era endeble, con el cabello oscuro y rígido, solo su vestimenta resaltaba en su ser, pero el resto de su apariencia era insípida y desfavorable.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now