6.- "Sentimientos ambiguos"

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Era de tarde, Luciel estaba de brazos cruzados esperando impaciente el regreso de su hermana. Permanecía en el pórtico, moviendo los dedos de la mano izquierda sobre el brazo derecho cuando logró divisarla a lo lejos. Lucina había llegado un par de horas después de la visita del joven heredero. La postura de su hermano manifestaba su molestia.

—Dijiste que regresarías pronto. El príncipe vino y no te encontró —reclamó Luciel

—Lo siento, sabía que él vendría por eso me fui. Espero que con ignorarlo deje de venir —dijo Lucina.

—Me parece muy descortés de tu parte, él siempre es amable contigo.

—No es conmigo con quién debe ser amable, solo dile la verdad.

—Ni hablar, tú le agradas mucho, si le digo a verdad ahora se molestará... —hizo una breve pausa —. Con que alguien como él me reconozca es más que suficiente para mí —sonrió discreto.

—Hermano, entiende que él no es cómo crees. Nadie puede ser tan perfecto, además está comprometido y viene aquí a... —se acercó y posó su mano sobre el hombro de Luciel.

Lucina experimentó una extraña sensación al tocar el hombro de su hermano, una que había sentido con anterioridad en varias ocasiones, una sensación que le hacía percibir más que solo imágenes en su cabeza.

—Tú y él... —murmuró la joven —«No puede ser».

Lucina se quedó atónita mirando hacia la nada, Luciel movió su mano frente a los ojos de la joven y ésta reaccionó. Luciel le preguntó si le sucedía algo, a lo que Lucina se negó. Ella no dejaba de pensar en lo que había sentido, pero no lo compartió con su hermano, nunca había conversado con nadie sobre esas extrañas sensaciones, y si era como en las anteriores ocasiones, sabía que debía hacer algo al respecto.



Cuando ingresó al castillo, Valtrana fue advertido por algunos sirvientes que su padre lo estaba buscando, ellos actuaron de cómplices y no delataron su salida del castillo al rey. El príncipe les agradeció con encantadoras palabras y una cálida sonrisa, ese simple gesto fue suficiente para que sus subordinados se sintieran bendecidos.

—¿Cómo es que siempre te sales con la tuya? —se quejó Gilbert.

—Es un don, ¿qué se le va a hacer? —respondió el príncipe con voz picara.

Valtrana se dirigió hacia el gran salón donde se encontraba su padre, al estar frente a él lo saludó de manera respetuosa, con la mano a la altura del corazón y con leve inclinación. Como el príncipe imaginaba fue cuestionado por su padre debido a su paradero desconocido.

—Te estuve buscando hace unas horas, ¿Dónde estabas? —preguntó el rey Leofris.

—Estuve haciendo diligencias por todo el castillo, quizá por eso no nos encontramos, padre —respondió empleando un tono calmado.

—Me congratula tu responsabilidad. Ya que mencionas las responsabilidades, dentro de poco se celebraran tus nupcias y quería conversar contigo acerca de los detalles.

—«Lo había olvidado de nuevo» —reflexionó con desagrado —. Lo que usted diga.

El rey le indicó que dieran un paseo, caminaron uno al lado del otro por los pasillos que conectaban las enormes torres de la fortaleza. Conversaban sobre las obligaciones al contraer matrimonio. A Valtrana le resultaba tedioso el tema de conversación, a la mínima se distraía con lo que estuviera a su alrededor, solo atendía a lo último de cada frase y repetía las mismas respuestas cortas con tono de seriedad, Leofris no se percató de la falta de interés de su primogénito.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora