21.- "La gran bahía"

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Durante el trayecto para llegar a su destino, la reducida comitiva del príncipe hizo un par de escalas para que el viaje fuese menos pesado. Se detenían cerca de los caudales de agua para refrescarse. Luciel descendió del carruaje para estirar las piernas, así que salió a dar un paseo sin solicitar el consentimiento de Valtrana. El príncipe también quiso recuperar la agilidad de sus piernas, pero a diferencia de Luciel, se quedó cerca del carruaje. Del otro lado del vehículo, el par de doncellas que lo acompañaban conversaban en tono bajo, la falta de entretenimiento alimentó su curiosidad, así que Valtrana concentró sus sentidos en escuchar lo que decían.

—El príncipe no parece desbordarse de amor por su esposa, la dejó deambular sola —comentó una de ellas.

—Además, la princesa no tiene ni una sola dama de compañía, eso es extraño —manifestó la otra.

—Se ven distantes, pero su alteza ni siquiera permite que alguna de nosotras le ayude con su aseo o vestimenta, así de preciada es su esposa.

Las doncellas continuaban valorando la relación marital, no llegaban a un acuerdo entre si el príncipe estaba cegado de amor o su afecto había disminuido, ya que hacía mucho no presenciaban un beso entre ambos. Valtrana colocó la mano derecha en su mentón, caminó alrededor del carruaje para llegar del otro lado, el rostro de las jóvenes palideció al observarlo.

—Su majestad, la luz de nuestro reino —titubearon ambas.

—Me gustaría partir de inmediato —dijo Valtrana con una sonrisa.

—Claro, alteza. Dentro de poco estará todo listo —mencionó una de ellas.

—La señorita Lucina no ha regresado de su paseo —señaló la otra.

—Es verdad, le dije que no demorara. Mi dulce ángel, iré personalmente a buscarla —expresó con un falso rostro angustiado.

La mezcla de amor y preocupación que reflejaba el rostro del príncipe hizo que las presentes quedaran maravilladas, concibieron que Valtrana quizá era reservado en cuanto al afecto que le demostraba en público a su compañera, pero las dudas de que no estuviese enamorado se disiparon. Valtrana se adentró en el bosque para buscar a Luciel, pero terminó perdiéndose como en anteriores ocasiones. De pronto sintió como una mano se posaba en su hombro, una sensación electrizante corrió desde ese punto por toda su médula espinal, al girarse para ver de quién se trataba, experimentó un gran alivio al descubrir que se trataba de Luciel.

—¿Dónde estabas? —preguntó Valtrana disimulando su sobresalto.

—Recorría la zona para recuperar la agilidad —respondió Luciel.

—Tu vestido es un desastre —comentó al observar polvo en las costuras inferiores de la prenda —. Me dedicaré a proporcionarte clases de etiqueta, ya que careces de lo básico y eso afecta mi imagen.

—¿Quieres que aprenda a comportarme como una dama? —preguntó Luciel y el príncipe asintió —. Creo que lo haces solo para fastidiar, sabes que detesto ser comparado con una mujer —frunció el ceño.

—No eres solo una mujer, eres mi mujer —las palabras de Valtrana aumentaron su enojo.

—Bien, si quieres molestarme también puedo hacer lo mismo. Acepto, pero en cambio te enseñaré a combatir —dijo Luciel.

—Eh... no sé si eso sea una buena idea.

—Si quieres que actué como una dama tú debes actuar como un hombre y enfrentar tus batallas —señaló.

Valtrana no estaba por completo convencido de si podría aprender el manejo de la espada tan bien como un caballero real, aun así consideraba justo el trato y estrechó la mano de Luciel. Poco antes de regresar al campamento, Valtrana tomó por la cintura a Luciel y siguió caminando.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora