73.- "Invasión enemiga [Parte 1]: Toma de defensas"

407 68 38
                                    

La hora más oscura había pasado, el panorama podía divisarse con mejor claridad desde lo alto de las murallas que protegían la ciudad de Caddos, como un escudo impenetrable y majestuoso. Los guardias que tomarían el siguiente turno de vigilancia subieron a la torre albarrana cerca de la gran puerta, la cual solían mantener cerrada durante el tiempo comprendido entre la puesta y la salida del sol. Al entrar se encontraron con la misma escena de todos los días, sus compañeros bebían alcohol, jugaban a las cartas o medían sus fuerzas con los brazos apoyados en las mesas. Se sorprendieron de ver un mayor número de guardias para reemplazar el turno, a lo que ellos les manifestaron que se trataban órdenes precisas del rey.

Algunos centinelas aún permanecían en el camino que conectaba las torres de vigilancia, cada uno apoyado sobre una lanza, mientras abrían grande las bocas para tomar aire y expulsarlo lentamente por las mismas. El ambiente frío y silencioso les hacía cabecear, sus ojos lagrimeaban por los constantes bostezos, antes de que pudieran limpiar su vista con el dorso de la mano para finalmente terminar su turno, fueron alcanzados por una repentina lluvia de flechas, algunas se incrustaron en sus cuellos o en partes de sus cuerpos que no cubrían sus armaduras. Trataban de resguardarse para observar lo que sucedía y dar aviso a los demás, uno corrió de ellos deprisa y logró llegar hasta la campana, sujetó la cuerda con su mano ensangrentada e hizo sonar la campana con fuerza. El resonante sonido alertó al resto de guardias, quienes se pusieron de pie y se desplegaron por el recinto para conocer y contener la amenaza que ese sonido indicaba.

Tenían la férrea creencia de que se encontraban resguardados en lo alto y tras los muros, ya que la construcción les brindaba control y protección ante casi cualquier amenaza. Al llegar al puente que conectaba las torres de vigilancia, observaron los cuerpos de sus compañeros caídos, el caos provenía del exterior. Los soldados de Erdine se mantuvieron dentro del recinto amurallado, se desplazaban por una galería continua a lo largo de la muralla para defenderse de los proyectiles enemigos y utilizar los orificios especiales de la fortificación. Desde su posición pudieron observar una enorme máquina que operaban los enemigos, el objeto causante de los múltiples daños, la cual fue construida en la oscuridad de la noche. Como respuesta a la amenaza de invasión, lanzaron proyectiles verticales y materiales ardientes, pues las torres y muros externos eran resistentes al fuego. Contaban con buenas defensas, hombres suficientes y gruesos muros de piedra, por lo que esperaban desalentar al enemigo y obligarlos a retirarse derrotados, pero no fue así, continuos ataques llegaban desde todas direcciones.

El grueso del ejército de Sylverant contemplaba las enormes murallas que rodeaban la ciudadela y el castillo real, justo detrás de la principal máquina de asedio que fue montada en ese mismo lugar para adaptarla a las condiciones del terreno. Estaban preparados para soportar una lluvia de flechas, de piedras, incluso de aceite hirviendo, con tal de lograr su objetivo, además habían ocupado los territorios circundantes con facilidad, para Siran Akfor era evidente que Erdine no estaba preparado para una invasión tan tenaz. La información obtenida y su determinación les brindó la oportunidad para poder presentarse frente a las puertas de Caddos e infundir temor.

Siran les dio la señal a los jinetes de Grifo para que avanzaran, no pretendía darles la oportunidad a los defensores de reorganizarse ni reparar los daños sufridos. Los jinetes de Grifos ni los tiradores permitían que los mensajeros alados de Erdine salieran en busca de ayuda. Aunque no serviría de nada, las fuerzas invasoras habían envenenado las aguas del río y saqueado cada aldea, poblado y ciudad cercana, la ayuda no llegaría. Solo debían evitar que pidieran refuerzos en Xohel y Lioden, los únicos puntos imposibles de conquistar debido a los efectivos militares bajo el mando del general Balor y la capitana Elynbrigge, los cuales significarían un grave problema. Habían aislado por completo la fortaleza, el General Cluverius se mantenía por el costado norte, cuando le informaron que su contingente de ingenieros había terminado de construir la segunda arma principal de asedio ordenó desplegar a sus tropas, los soldados empujaron un armatoste de seis ruedas y techo de madera, que contenía a lo largo un tronco grande y pesado. Lo impulsaron con todas sus fuerzas contra la enorme puerta de la fortificación. El techo que los cubría los defendía de las flechas y todo tipo de proyectiles que les arrojaban. Lo cual les permitía dar golpes repetidos y hacer grietas que crecían con cada impacto, no se detendrían hasta crear un agujero.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now