34.- "Falsas proezas"

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Acomodó los lirios en un florero de cristal, se quitó el anillo y lo puso a un lado del mismo. Luciel quiso traer agua para las flores, pero antes de que se acercara lo suficiente a la puerta, ésta se abrió. Valtrana entró solo, ninguna doncella lo acompañaba. Luciel esperaba por el momento en que todas ellas se aglomeraran en la puerta, lo cual no sucedió. El príncipe le pidió al joven que lo ayudara con la vestimenta y arreglo personal, pues ese comentario había herido su orgullo e hizo una excepción de sus privilegios. Luciel estaba molesto por las exigencias del príncipe disfrazadas de peticiones, pero al mismo tiempo se sentía un poco feliz.

—Te dije que tenías prohibido quitarte el anillo —mencionó Valtrana al observar el pequeño objeto brillante sobre el mueble de madera.

Valtrana lo tomó desprovisto de sus guantes y colocó el aro de metal de nuevo en el sitio al que pertenecía, en el dedo de Luciel, reiterando que no podía quitárselo, en esa ocasión el joven no replicó, tampoco tuvo oportunidad para hacerlo ya que las doncellas anunciaron que el cuarto de baño se encontraba listo. Sin demora, Luciel se dirigió hacia ese lugar, puso el cerrojo a las puertas, se despojó de su ropa y entró en la tina con agua caliente. Ese era el único momento de tranquilidad, debido a que el príncipe no permitía el acceso de alguien más, ni siquiera él mismo. Además, el agua estaba en su punto ideal, los aromas eran relajantes y, sin la presencia de Valtrana, ese momento resultaba placentero.

Luciel disfrutaba de la tranquilidad momentánea, ya que después debían presentarse ante el rey y sus allegados. Valtrana se tumbó sobre la cama por un breve momento y fue como desplomarse sobre una nube esponjosa, de las que se encontraban suspendidas en el alto cielo. La habitación estaba impregnada con esencia de rosas púrpuras, las doncellas prepararon la habitación con antelación, sirvieron el té favorito del príncipe y prepararon sus bocadillos preferidos y encendieron una vela aromática para recibirlo como era de su gusto. Valtrana estaba complacido con la atmósfera, sintió que había regresado a casa, a su estilo de vida, colmado de comodidades y donde tenía la autoridad suficiente.

Por otra parte, añoraba la libertad, conocer nuevos lugares, personas y probar platillos diferentes, pues se sentía atraído por la fuerza magnética de lo desconocido. Sobre todo, quería estar lejos de las responsabilidades que conllevaba su posición, fuera de los ojos que vigilaban y juzgaban sus movimientos, a la espera del mínimo error. La situación en la que se vio envuelto con los Alba Cornus le removió la conciencia y le hizo comprender de alguna forma la importancia de su cargo, de ser el príncipe en la línea de sucesión.

Una vez que Luciel terminó su baño, Valtrana le ayudó con su arreglo, ya que debía lucir lo mejor posible para evitar la aguda mirada de reproche por parte de sus padres, que le reiteraban su error al desposar a una mujer de tan baja clase. Valtrana tenía un gusto exquisito para combinar los colores del vestuario con los accesorios, pero reconocía que una doncella personal podría lograr un resultado superior con Luciel. Aun así, revelar su secreto no era una opción, ya que sería demasiado arriesgado involucrar a alguien más, en particular una joven del castillo que probablemente estuviera enamorada de él y utilizara en su contra dicha información. Por ello, debía pensar en la manera de solucionar la falta de una dama de compañía para su esposa, ya que ese hecho no podría pasar desapercibido por más tiempo.

Gilbert también se dirigía hacia la sala del rey, por lo que se encontraron en el camino. Todo les parecía amplio luego de su estadía en tierras lejanas, el castillo estaba compuesto por múltiples salas y torres, las paredes eran gruesas y las ventanas grandes, el techo tan elevado, los prolongados pasillos con alfombras en medio y adornos en los laterales. No había papel en las ventanas, ni puertas corredizas, tampoco mesas bajas con almohadillas, cada región poseía maravillosos elementos y Valtrana reflexionaba en la posibilidad de fusionar lo mejor de cada cultura, en su ensimismamiento apresuró su paso, dejando atrás a ambos jóvenes.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora