5.- "Pequeñas mentiras"

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El joven príncipe conseguía hacerse de tiempo suficiente para realizar una visita diaria a la casa de los hermanos Vawdrey. A veces hacía a un lado los asuntos relacionados con su posición, a pesar de que su amigo le insistía que tomara con la seriedad requerida sus actividades como primogénito. Valtrana no quería decepcionar a su padre y sabía que las palabras de Gilbert eran un recordatorio de lo que debía ser, el hijo del rey.

Valtrana debía ocuparse de los asuntos de política que le designaba su padre, la práctica de esgrima, las clases de historia, entre muchas otros deberes. Siempre accedía gustoso, con una amplia y radiante sonrisa ante las peticiones de su padre, pero por dentro y en presencia de Gilbert solo protestaba, consideraba injusto todo lo que tenía que hacer, ya que desde pequeño sentía que le habían exigido demasiado a diferencia de su hermano menor.

A pesar de tener diecinueve años, de ser considerado un adulto, Valtrana deseaba poder jugar o, dicho de otra manera, hacer lo que quisiera y cuanto quisiera, lo que encontrara divertido, así como su pequeño hermano lo hacía. Valtrana envidiaba la buena fortuna de Lucalus, su hermanito era libre para jugar y divertirse, sin responsabilidades, además consideraba que Lucalus tenía al mejor y más atractivo hermano del mundo, demasiada suerte para el pequeño. Sin embargo, nada de eso restaba ni un poco el amor que le tenía.

Sin importar su apretada agenda, durante el día, Valtrana procuraba tener disponible un espacio de tiempo para cortejar a su dama, enmascarando sus intenciones con simples visitas de agradecimiento. Por las noches, trataba de estar desocupado para convivir con su hermano, y con frecuencia le contaba historias antes de dormir.

—Lucalus, es hora de dormir —dijo Valtrana al ver que su hermanito seguía jugando tan tarde.

—Pero no tengo sueño, prefiero seguir jugado con Rupru —señaló a su pequeña y esponjosa mascota felina.

—¿Prefieres esa bola de pelos antes que a mí? Y yo que pensaba leerte un cuento —utilizó un tono dramático.

—¡No, no! Me iré a dormir ya —Lucalus aceptó de inmediato ya que le encantaba que su hermano le leyera cuentos.

Las historias que Valtrana relataba siempre trataban de seres que parecían míticos, pero que en su mundo eran una realidad. Enormes dragones que respiraban fuego, seres alados con poderes extraordinarios, bestias con habilidades únicas y valerosos caballeros que luchaban contra esas criaturas para rescatar a la bella princesa. Los ojos de Lucalus brillaban con esa inocencia única de cuando eres niño, cuando todo te parece fantástico, increíble, cuando la curiosidad se apodera de tu cabeza. Además del contenido de sus historias, Valtrana utilizaba un tono que las hacía más emocionantes.

—Siempre quise ser un poderoso dragón y ser miembro de la guardia —mencionó Valtrana un poco decaído — —pensó.

—¿Los dragones existen? ¿Puedo ser uno?—preguntó el pequeño curioso.

—Se supone que sí, aunque nunca he visto uno en mi vida. Y no, no puedes ser un dragón —respondió Valtrana.

—¿Por qué? —se quejó.

—Porque no. Es como si dijeras que Gilbert pudiera ser como yo, es algo imposible.

El pequeño estaba confundido ante el ejemplo que su hermano había utilizado.

—Y si no los has visto, ¿cómo sabes que existen? —preguntó Lucalus.

—Porque hay quienes los han visto, además estas historias no se escribieron solas, de algún lugar salieron —expresó convencido —«Creo...»

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now