54.- "Un pasado escrito con sangre"

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El olor de los fuertes rayos del sol en contacto con el suelo se extendía por las colinas de arena. El escenario era desértico y estéril, no había ríos, solo pequeños charcos bajo el ardiente suelo. Podían elegir entre vivir en la superficie o bajo tierra, la gran mayoría elegía lo segundo, pues el ambiente era ligeramente más fresco y se podía obtener agua con mayor facilidad. No había espacio para los débiles en Sylverant, se trataba de morir o adaptarse a las crueles condiciones. Dicha regla aplicaba desde la clase plebeya hasta la facción del rey. El linaje Akfor no contaba con la tradición de que el primogénito fuese el heredero al trono, incluso miembros de la alta clase noble podrían reclamar la corona si demostraban el poder suficiente. Por lo que cada soberano tenía varias concubinas y, por lo tanto, varios hijos. Muchos de los vástagos de Rakard Akfor murieron antes de abrir los ojos, antes de tener conciencia de que estaban vivos. Siran fue el primero de una larga lista en sobrevivir el período de la infancia, por lo que se convirtió en su primogénito.

Siran parecía aferrarse a la vida, a pesar de que nació prematuramente, tuvo algunos problemas de salud y varios intentos de homicidio por parte de aquellos que aspiraban al trono. Su madre lo protegió con todas sus fuerzas, pero no vivió lo suficiente como para que él recordara su rostro. Desde pequeño, le fue inculcado el odio hacia los otros reinos, pues ellos poseían deidades que los favorecían de manera injusta, mientras que su pueblo no. Su padre lo amaba tanto, que lo mantuvo bajo estricto cuidado, pues debía preservar la preciada vida de su primer vástago. Así que lo dejó a cargo del coronel Cluverius Velhart, un hombre mayor, sabio y hábil en el campo de batalla como ningún otro.

Le hacían ingerir veneno de Escorgants, el más letal de su reino, en pequeñas dosis con el fin de fortalecerlo. Fue difícil para Siran tolerarlo en un principio, pero poco a poco se fue acostumbrando. A su vez, debía llevar a cabo sus estudios y los entrenamientos físicos, los cuales formaban parte de la educación básica para la nobleza, en particular para los miembros de la realeza. Por lo que no había excusa de peso para eludir tales actividades.

Conforme las concubinas del rey concebían más hijos, la brutalidad del entrenamiento aumentó. Incluso había pruebas que tenían que superar, quien no lograra hacerlo, recibía veinte latigazos con las manos amarradas en un poste bajo el ardiente sol. A la edad de doce años, fue echado a la profundidad del desierto por la mano del coronel a quien consideraba su mentor, donde se encontraban los Escorgants, arácnidos gigantes de cuatro patas y, en la parte posterior, una cola que acaba en un aguijón venenoso. Dichas criaturas poseían enormes y afiladas pinzas, su cuerpo estaba recubierto con una dura coraza de color pardo oscuro a negro, bestias agresivas que atacaban por sorpresa en las arenas de la región de Sylverant. El joven estaba armado con solo una espada para enfrentar a una bestia tan peligrosa como aterradora. A primera vista, Siran pensó que moriría dolorosamente, evadir el aguijón venenoso y esas afiladas pinzas fue en extremo difícil, aunque logró dañar a la bestia no fue lo suficiente para liquidarla. Estaba agotado, la sangre mezclada con el sudor hizo que la espada resbalara de sus manos, solo observaba con temor el aguijón del arácnido que se acercaba velozmente a él, cerró los ojos y se mantuvo de pie. Escuchó el sonido de un fuerte golpe y abrió los ojos, el coronel Velhart había incrustado su sable en la cabeza de la bestia para girarlo de inmediato, lo que hizo que se desplomara.

—¿Por qué? —cuestionó Siran—. No superé la prueba de mi padre, merezco morir —Inclinó la cabeza hacia abajo.

—Es verdad, pero lo harás cuando seas un verdadero hombre, en el campo de batalla contra un digno rival, no aquí —Sacó su espada y bajó del arácnido, se aproximó al príncipe y le indicó que recogiera su arma—. La muerte hay que merecerla, no esperar tranquilamente por ella.

Cluverius le ordenó que mantuviera en secreto que había sido él quién eliminó al Escorgant, ya que, si la noticia llegaba a oídos del rey, las consecuencias serían terribles para ambos. Era la primera vez que el joven príncipe debía mentir, por lo que se mostró receptivo a cualquier castigo para compensar su grave falta, pero su mentor guardó esa penitencia para otra ocasión. Poco después, dejó de enfrentarse a bestias salvajes para lidiar con humanos, pero no resultó ser más sencillo, por el contrario, durante las pruebas el derrotado podía perder algo más que el duelo, estaba en juego la vida. El joven Siran sostenía la empuñadura de la espada con las manos temblorosas para aproximarse ansioso al contrincante, titubeaba por momentos y evitaba penetrar la carne en los puntos vitales con el afilado metal, aunque eso no evitaba que terminara presenciando escenas desagradables. Un ser humano rogando por su vida, desangrándose entre lágrimas o ahogándose con su propia sangre. Volvía la mirada hacia su maestro, con una sola expresión le indicaba lo que tenía que hacer, cuando ya no había salvación, debía responsabilizarse por otorgar al oponente una muerte rápida. Su estómago se revolvía y sentía la necesidad de dar arcadas, pero se mantenía lo más firme posible, pues cada una de sus acciones demostraba su lealtad al reino.

Valtrana [BL]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang