19.- "Ataque al santuario"

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A la mañana siguiente, Luciel sentía como si hubiese dormido más de una noche, había descansado bastante y podía notarlo en su cuerpo. Tenía tanta energía que anhelaba recuperar su rutina, salir a cazar, recorrer los bosques y prados de Erdine, aprovechar el día, pero dada su nueva vida no le era posible hacerlo.

Luciel retiró con cuidado el brazo que lo rodeaba, no quería despertar a Valtrana ya que parecía estar plácidamente dormido. Al hacerlo, el príncipe se giró para seguir durmiendo lo cual fue oportuno para Luciel. Se vistió y salió de la habitación, esperaba que los pasillos estuvieran desolados, pero desconocía que las sacerdotisas que custodiaban el templo se levantaban a primera luz del día.

Trató de pasar inadvertido y encontrar un espacio retirado para poder realizar algunos ejercicios físicos. Cuando se vio solo, Luciel juntó sus manos e hizo una oración debido al lugar en el que se encontraba, separó sus piernas a la anchura de sus hombros y extendió los brazos hacia arriba para luego rotarlos en la misma dirección. Con las piernas rectas, alcanzaba sus pies con ambas manos, repitió y realizó varios ejercicios más, pero debido a la vestimenta que utilizaba le resultó difícil e incómodo.

—Esta ropa es bonita, pero no práctica —Luciel hacía alusión a la vestimenta femenina.

Luciel escuchó pasos acercándose, sacudió y acomodó su ropa para mejorar su aspecto. Para las doncellas fue una grata sorpresa ver a la joven en movimiento desde tempranas horas, la invitaron a la cocina para tomar el desayuno si le apetecía, Luciel aceptó con la condición de prepararlo él mismo. Sin embargo, cuando dio el primer paso hacia ellas, se detuvo debido a que su nariz percibió un olor peculiar, miró hacia los lados y todo parecía estar en orden, aunque esa inquietud no desaparecía.

Valtrana se movía sobre la suave cama, extendió su mano para tocar el espacio de al lado, pero al darse cuenta de que estaba vacío, despertó. Frotó sus ojos, su cabello era un desastre matutino, escuchó que llamaban a la puerta y de inmediato intentó arreglar su cabello con los dedos y limpió un poco su cara con los mismos. El príncipe indicó que pasaran, pero al darse cuenta de quién se trataba bajó de nuevo la guardia.

—Ah, eres tú —dijo Valtrana.

—¿Acaso esperabas un Felry? —preguntó Luciel.

—Me agrada tu sentido del humor, Luci.

—La mesa está puesta, ve de inmediato al comedor —demandó Luciel.

—Como ordene mi dama.

Luciel cerró la puerta y Valtrana sonrió, se arregló lo más pronto posible e hizo lo que el joven Vawdrey le solicitó. La mañana transcurría con demasiada tranquilidad, el aroma de la cocina hasta el comedor era delicioso, cálido y suave, el sonido del agua que brotaba de la fuente armonizaba con el viento en las alas de los Felrys. Los muros de piedra daban una sensación de seguridad, las doncellas que lo habitaban embellecían el paisaje, así que tanto para Luciel como Valtrana ese lugar era ideal.

Los Felrys elevaron su mirada al cielo y adoptaron una posición de alerta, repentinamente aparecieron unos seres alados de gran tamaño y afiladas garras El ruido de la conmoción hizo que la mayoría de las doncellas se reunieran en el patio principal. Se vieron conmocionadas ante la intrusión de esas bestias salvajes, las cuales portaban personas a sus espaldas, jinetes que tenían cubierto el rostro. Luciel y Valtrana observaban a distancia la situación, ninguno de los dos podía comprender el motivo de tal profanación en ese santuario sagrado, no solo eso los había impresionado, sino el hecho de que habían ascendido con facilidad debido a las criaturas que los llevaban a cuestas. Esas criaturas de gran tamaño cuya mitad superior era la de un águila y la mitad inferior a la de un león no dejaba duda de que se trataban de grifos.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora