52.- "Conflictos de lealtades"

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Su descenso fue como el estallido de un trueno atravesando el océano, el suelo retumbaba bajo sus pies. La fuerza de sus pisadas se extendía por todo el lugar, haciendo que muchos de los presentes se quedaran inmóviles, incapaces de reaccionar ante la imponente figura del rey Dragón. Los guardias irrumpieron en el gran salón debido al estruendo, con el fin de proteger al rey Risha, pero sus fuerzas combinadas fueron insuficientes. El crujido y los estallidos de sus cuerpos al ser sometidos por Tabard, resonaban en el salón. La sangre teñía el piso y las paredes, Risha miró indignado a sus subordinados, estaba molesto por su debilidad, pero sobre todo le preocupaba su propia integridad. Las palabras salían sobrando, pues entendía perfectamente el motivo de tal irrupción. Alzó las manos en señal de derrota, admitió que no se resistiría, no quería decir que aceptaba su muerte, solo pretendía ganar un poco más de tiempo.

En ese instante, Zaran apareció detrás del prominente Dragón, lo cual comprobó lo que suponía. Ese Nigrum que antes le era leal, lo había traicionado de nuevo y eso lo llenó de indignación, la cual se vio claramente evidenciada en su expresión. De forma astuta, Zaran había solicitado ayuda al príncipe humano, en particular a su pequeña hada para que fuese una imperceptible mensajera. Sabía que con ella no era necesario escribir una nota, podría expresarle lo que necesitaba comunicar y ella lo repetiría con su tono exacto de voz. Tras convivir tanto tiempo con el príncipe, Colibrí llegó a tener cierta compresión del lenguaje de esos seres humanoides, por lo que entendió que su deber consistía en llegar hasta los dominios del rey Dragón. Debido a su tamaño, pudo burlar fácilmente la seguridad de los Nigrums que vigilaban la aldea Alba. No era un viaje corto para un hada de su tamaño, además, no solía volar de noche. Le tomó un poco de tiempo llegar a dicho lugar, pero tuvo miedo al encontrarse rodeada de seres tan temibles y gigantescos. Se dio la vuelta para regresar a la aldea, sin embargo, recordó el semblante de Valtrana, él le confió la misión de obedecer a Zaran, así que reunió todo su valor y revoloteó hasta la presencia del rey.

La reacción de Tabard, tras escuchar el mensaje de Zaran, fue aterradora. Le encolerizó saber que Risha continuaba agrediendo a la tribu Alba, en esa ocasión, utilizando a uno de sus propios hermanos de alas negras. Así que decidió tomar medidas extremas para recuperar el equilibrio en Celes, el rey Nigrum precisaba de un castigo acorde a su falta. Tabard no pretendía tomar su vida, ya que eso contraería una nueva inestabilidad, así que amarró las manos de Risha para llevarlo a la tribu Alba con el fin de solicitar el perdón a la reina Iraku. El rey de alas negras apretó su mandíbula con fuerza, inclinar la cabeza y ofrecer disculpas era un duro golpe a su orgullo. La reina era una dama benévola, le entristecía que se presentaran enfrentamientos entre hermanos alados, pero no podía pasar por alto tal ofensa.

—Esto no estaría pasando si no se hubiesen sometido ante los humanos —Risha se quejó.

—No nos sometimos ante ellos, solo optamos por otra estrategia. Son seres necios, obstinados, cuya existencia es tan fugaz que sería absurdo rebajarnos a su nivel —expresó Iraku con total tranquilidad.

Cuando Risha miró directamente a los ojos de la reina Alba, la ferocidad e indignación en su mirada se desvaneció. Ese imperceptible resplandor en sus sorprendentes iris doradas, le hizo esbozar una sonrisa discreta. Tabard lo tomó con fuerza del brazo para llevarlo hasta sus dominios. Al descender, ordenó a sus guardias que ataran sus manos al poste en medio de la explanada. Normalmente la feroz mirada del Nigrum era suficiente para abrumar a otros seres, pero no funcionaba con los imponentes dragones que lo rodeaban. El rey se quedó frente a él y dio la orden, Risha sintió el abrasador látigo afilado azotando su espalda, apretó los dientes con fuerza para no dejar escapar el mínimo quejido de dolor. Con cada golpe, sentía como si contuviera veneno desde su estómago hasta su garganta, sus músculos se tensaron y plumas oscuras se desprendían de sus alas con cada azote. En ningún momento emergió un gemido o sollozo de su apretada mandíbula, pues no les daría la satisfacción de entregarles lo último de su orgullo.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now