60.- "La ciudad amurallada"[Parte 2]

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El general Balor siempre salía a la misma hora para dar una vuelta por el cuartel y asegurarse de que todo marchara de forma adecuada. Normalmente utilizaba su momento de descanso para llevar a cabo dicha labor, luego de haber ingerido sus alimentos. Su vida era bastante rutinaria, todo en orden y con poca o ninguna variación, incluso utilizaba los mismos caminos durante su patrullaje, así como para volver a casa. Aunque pasaba la mayor parte de su tiempo en el cuartel, pues solo los sirvientes de su mansión aguardaban su llegada.

Se detuvo un momento al hacer su trayecto diario y observó en la distancia a sus subordinados durante el descanso. Reían y conversaban sobre asuntos que para Jurian eran trivialidades; algunos no los comprendía, otros no le causaban gracia. Iniciar y mantener conversaciones, relacionarse entre sí, parecía tan fácil para todo mundo, menos para él. Cuando sus subordinados advirtieron su presencia, se tensaron, hicieron una reverencia y se alejaron de inmediato al no recibir algún mandato de su parte. Él no se sentía ofendido, ni siquiera se percataba del temor que infundía en ellos, pues no los miraba a los ojos y, por lo tanto, no los comprendía, aunque para los demás, la actitud y el comportamiento de su general los interpretaban como una señal de soberbia. Al mismo tiempo lo admiraban, así les exigiera resultados excepcionales y muy específicos, con una mirada penetrante que ponía a cada uno en su lugar, la cual no estaba dirigida a nadie en particular.

Jurian escuchó el alboroto proveniente de la entrada del cuartel y se apresuró a llegar hasta ahí. Sus hombres estaban azorados ante la llegada de uno de sus Pegasos sin su jinete, la conmoción aumentó entre los soldados al observar las manchas de sangre en el pelaje blanco del animal. El general miraba la situación en silencio, sin emitir un juicio hasta comprenderla mejor, pues a diferencia del resto, él no se sentía asaltado por inquietantes emociones, pero entendía que alguien podría estar herido y algo marchaba mal en la frontera, fue así que dio la orden para reagrupar a la legión de caballeros y desplegarlos por la zona fronteriza. Los solados alados fueron los primeros en avistar a los enormes Escorgants que se acercaban a los muros de la zona sur de la ciudad. Descendieron un poco para informar a su general, no era la primera vez que lidiaban con ese tipo de amenaza arácnida, pero si era un hecho sin precedentes que se reuniera tal cantidad, más aún tan cerca de la ciudad. Tomaron sus armas y prepararon estrategias especiales para enfrentar a esas enormes y peligrosas criaturas. La forma de combate de los caballeros de Xohel era distinta a la de cualquier otro en todo Erdine, estaban entrenados específicamente para contener esa clase de amenazas, más que enfrentamientos con bandidos o seres semihumanos, pues habían pasado más de la mitad de sus vidas enfrentando salvajes criaturas.

Algunos soldados fueron hasta las catapultas ubicadas en la parte más alta del muro, una vez ahí, vertían líquido inflamable sobre ellas para luego hacer caer una lluvia de flechas de fuego, pero estaban tan cerca del límite permitido, que sería un gran riesgo si la situación se salía de control. Por lo que solo lanzaban proyectiles para infligirles un gran daño y entorpecer su avance. Los efectivos que se quedaron en tierra optaron por hacer formaciones de escudo que les permitieran bloquear sus feroces ataques, a la vez podrían impulsar a los guerreros más prodigiosos para alcanzar las cabezas de las criaturas y liquidarlas. Sin embargo, sus corazas eran tan duras, que no bastaba con un intento para penetrarlas, por lo que debían ser cuidadosos de no ser alcanzados por sus pinzas y aguijones.

Durante los últimos años, la alineación y forma de combate del ejército de Xohel mejoró significativamente, a partir del ascenso de Jurian Balor como general, ya que él mismo les daba el ejemplo e imponía disciplina entre sus tropas. En ese instante, el general terminó de ajustar su impecable armadura plateada, portando a los costados dos fundas del mismo largo, pero una más gruesa que la otra, para unirse a su ejército. A simple vista, era difícil adivinar de qué tipo de armas se trataban, ya que tenían casi el mismo tamaño de una espada, pero la forma era distinta. Cuando ordenó a sus hombres desplegarse para contener a dichas criaturas, Jurian desenfundó ambos lados y unió los extremos de los metales con pocos giros para formar una sólida lanza. Sus movimientos fueron tan rápidos y precisos que parecieron magia, además, la punta de la lanza tenía una ancha y afilada hoja color carmesí, que no demoró en utilizar.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora