38.- "Compromisos Ineludibles"

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Caminaba deprisa por uno de los amplios y extensos pasillos interiores, implorando a los Dioses para no toparse con alguien relevante. La puerta del despacho del primer príncipe se abrió y una mano le indicó que se acercara. Una vez dentro, Luciel apoyó la espalda en la puerta y sintió un gran alivio, llevó su mano a la altura de la cara para retirar el antifaz, pero su movimiento se vio interrumpido.

—Tu labor ha sido magistral —Valtrana lo estrechó con fuerza—. En verdad valoro tus habilidades y te considero alguien muy especial —Se apartó para dedicarle una radiante sonrisa.

Luciel se quedó atónito ante sus palabras, su afectuosa cercanía y la expresión en su rostro. El joven se alejaba, pero Valtrana persistía en acortar la distancia y posar las manos en sus hombros. Colibrí salió de la ropa superior de Luciel y voló hasta el rostro de Valtrana, la pequeña hada también quería ser elogiada.

—Estoy complacido por habernos desecho de esa molestia de Boyd —mencionó Valtrana con entusiasmo al acariciar la cabeza de Luciel y el rostro de Colibrí con su dedo índice.

—Es un incordio, aunque razón no le hace falta —Luciel quitó su mano de la cabeza y recordó algunas palabras de Boyd—. ¿Tu nombre completo es Valtrana Aristotle Caesar Aurión? —El príncipe bufó al alejarse con su pequeña hada sobre el hombro.

—Sí, pero él sabe que lo detesto —respondió con un gesto de desagrado.

—Pero en la ceremonia nupcial solo te llamaron Valtrana Aurión.

—Le pedí al clérigo que omitiera el resto —Se dejó caer sobre el sofá en la habitación.

—¿Prefieres el nombre de Valtrana más que Aristotle Caesar?

—Por supuesto. Valtrana suena magnífico y único, en cambio Aristotle Caesar parece nombre de anciano fracasado, eso no va conmigo —Con la punta de sus dedos jugaba con Colibrí.

Luciel discrepaba con la opinión de Valtrana, pero se trataba de algo tan superficial que prefería ignorarlo, además, se dio cuenta de que no llamaba al príncipe por su primer nombre, con regularidad se dirigía a él de manera informal y poco afectuosa. Conocía una debilidad más del príncipe, lo cual inclinaba la balanza hacia ese lado y las cualidades eran tan escasas que apenas lograban poner un poco de peso. Valtrana le entregó un pequeño cubo de azúcar a Colibrí y ella lo degustaba sentada sobre el borde del sofá. Continuó insistiendo en compensar el esfuerzo de Luciel, pues en varias ocasiones había salido bien librado debido a su ayuda, además, gran parte de su ascendente prestigio le correspondía a ese joven.

—No preciso una recompensa —respondió Luciel con firmeza.

—¿Por qué recibo con frecuencia negativas por parte tuya, pero con Gil accedes fácilmente? —cuestionó.

—Porque él nunca haría algo digno de reproche —respondió decisivo.

El rostro de Valtrana adquirió una expresión infantil y obstinada, Luciel había comprendido que no ganaría una discusión contra él con esa actitud, aunque intentó ser lo más directo en cuanto a sus deseos y otorgarle una respuesta que le hiciera desistir, pero al no lograrlo, terminó por aceptar cualquier recompensa que no fuese un objeto material. El príncipe debía pensar en alguna forma de mostrar su gratitud, sin embargo, en ese momento solo había espacio para una maliciosa idea en su cabeza, pues se percató de que Luciel había olvidado que aún tenía puesta la máscara. Con el dedo índice le pidió que se acercara y lo guio hasta el espejo en la habitación, colocó al joven frente al espejo y él a sus espaldas, fue entonces que Luciel vio que tenía la apariencia del príncipe, se llevó las manos a su cara para retirar el antifaz, pero Valtrana lo detuvo, lo tomó suavemente del rostro y lo giró hacia un lado para unir sus labios a los suyos. De reojo, miró sus reflejos en el espejo y una pequeña hada los observaba fijamente con desconcierto, Luciel lo empujó para apartarlo y se quitó de inmediato la máscara.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora