36.- "Detrás de las apariencias"

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Siran abandonó la sala del trono real, tras recibir una misiva de su padre. Debía prepararse para su llegada, pues el motivo de su repentino regreso arruinaba los planes de expansión. Sus pisadas eran rápidas, firmes, pero a la vez sigilosas, al dirigirse hacia su destino, Siran escuchó murmullos provenientes de los custodios del palacio y se detuvo antes de que lograra verlos.

—Ojalá el rey Rakard regrese pronto, me rehúso a seguir las órdenes de un traidor —dijo uno de ellos con desagrado.

—¿Entonces son ciertos los rumores sobre el príncipe Siran? —preguntó otro.

—Desde luego, a su edad ya debería tener una o dos esposas, es una deshonra para Sylverant, incluso es despreciado por...

Una afilada hoja rota por la mitad atravesó en un instante su carne y desprendió su cabeza antes de que pudiera terminar de hablar. La sangre salpicó a los presentes y no dejaba de brotar del hueco en su cuello, el cuerpo inerte azotó en el suelo y su cabeza aterrizó lejos de él. La mirada de Siran parecía desprovista de emociones e hizo que ambos hombres se paralizaran por el miedo, sus bocas estaban selladas y sus músculos entumecidos por el temor de ser el siguiente. Siran tomó un trozo de tela para limpiar su espada, con una frialdad que podía percibirse en el ambiente, tiró el paño sucio sobre el cuerpo en el suelo y envainó su singular espada. Los sirvientes se estremecían en silencio, con los ojos abiertos de par en par, incluso después que Siran se marchó, cuando sus almas regresaron a sus contenedores mortales, levantaron el cadáver para darle sepultura y limpiaron el lugar, como si nada hubiese sucedido.

Siran era un hombre de frases breves y palabras concisas, con un carácter tranquilo, distante y solitario. Era un guerrero hábil y poderoso, silencioso, pero feroz, el único en su reino que blandía dos espadas como si fuesen una extensión más de su cuerpo. A pesar de su excepcional capacidad, la cicatriz en su rostro le hacía sentir inseguro, pues era un constante recordatorio de su pecado y, el temor por revivir ese pasado, le hacía hervir la sangre al grado de cometer actos violentos.

 A pesar de su excepcional capacidad, la cicatriz en su rostro le hacía sentir inseguro, pues era un constante recordatorio de su pecado y, el temor por revivir ese pasado, le hacía hervir la sangre al grado de cometer actos violentos

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—Escuché sobre el desagradable suceso en la plaza central —Leofris le pidió que tomara asiento—. ¿Por qué interviniste?

—No había pruebas concluyentes contra ese hombre y no podía permitir que lo ejecutaran por una falsa acusación —respondió Valtrana con firmeza.

—Si esa era la situación, ¿por qué cuestionaste nuestros sagrados preceptos ante la multitud? —Su tono y expresión se endurecieron.

Desde que su padre lo mandó llamar a su despacho, Valtrana presentía el motivo, estaba consciente de que su decisión fue arriesgada, impropia de un miembro de la realeza. Aunque tenía muchos años actuando como el príncipe heredero a la perfección, desde hacía unos meses sus pensamientos eran confusos y su comportamiento se volvió errático. La línea de lo que era correcto y lo que no comenzó a desvanecerse desde su inesperado enlace con Luciel. Actuaba desde la emoción y no de la razón, aunque en ese momento Valtrana mostró fortaleza y dominio sobre sí mismo para minimizar los daños.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now