59.- "La ciudad amurallada [Parte 1]"

650 112 77
                                    

Fueron de regreso a la entrada del bosque, la Blu-Elf los estaba esperando a la hora acordada. El príncipe quería comunicarle los preparativos que hizo para mantener su promesa y ella se quedó asombrada tras escucharlo, a pesar de haberlos ayudado, dudaba de que cumplieran lo pactado. Lukert-Ze estrechó la mano con el joven humano que compartía su sangre como una muestra de la confianza depositada. Valtrana le pidió que entregara un mensaje a Eldiel, el líder de Xeniere y ella asintió sin problemas. Luciel se quedó con la mirada fija en ella, su cabeza estaba llena de preguntas, pero no podía quedarse, pues el tiempo que disponían era limitado. Dejar que Valtrana se marchara solo, era una opción, así podría convivir con su familiar, pero la idea de abandonarlo le pesaba en el corazón, así se dirigiera a un callejón sin salida donde pudiera salir lastimado, ahí mismo estaba dispuesto a acompañarlo. Tenía muy claro que, una vez le dijera adiós a Valtrana, jamás volvería a estar a su lado, sería una despedida definitiva.

Volvió su mirada hacia el príncipe y comenzó a caminar, le dieron la espalda al bosque para partir hacia su siguiente destino. Lukert-Ze hizo lo mismo, tan pronto como pudo, hizo llegar la carta a Eldiel, el líder del clan Élfico, en la cual el príncipe le solicitaba el inicio del intercambio de productos entre ambos. Las fragancias que Valtrana conoció en Xeniere eran de la más alta calidad, por lo que pretendía iniciar el comercio de diversos productos, como cremas, jabones, polvos, aceites y lociones. El olor que desprendían dichos productos era tan nuevo y exquisito, que serían adquiridas rápidamente y elevaría la popularidad del príncipe, ganando aún más el favor de su pueblo, no solo de la clase baja, también debía tener a la nobleza de su lado, algo sencillo, ya que conocía a la perfección sus gustos, una ventaja al momento de los negocios.

En correspondencia, Valtrana les ofrecía metales, vino, algunos tejidos de lujo y granos. Eldiel aceptó de inmediato, pero ningún Elfo se sentía con la seguridad suficiente para desplazarse por territorio humano. Alden fue el único en aceptar llevar a cabo dicho trabajo, aunque le pesaba dejar a su hijo solo, lo hizo con la condición de que fuese algo temporal y lo sustituyeran una vez que el resto de los Elfos viesen los resultados. Valtrana también esperaba que fuera Alden quién se encargara de ello, pues le inspiraba confianza, ya que el Elfo debía entenderse con Anya Lockwood, quién fue instruida mediante Zaran para que consiguiera los mejores maestros artesanos para la elaboración de las botellas y decoraciones que contendrían las sustancias. Debido a lo lujosos y accesibles, las ganancias se verían más pronto de lo estimado. Anya amaba la belleza, no quería dejar ir al Nigrum cuando éste la contactó y le entregó el mensaje del príncipe, por lo que estaría encantada de llevar a cabo las negociaciones con los Elfos mediante Alden. Aunque le doliera en el orgullo a Valtrana admitirlo, tanto el Nigrum como el Elfo poseían una agraciada apariencia, dejando de lado su edad y procedencia.

Con el emblema y la velocidad de Zaran, el príncipe mantenía un eficaz sistema de comunicación, podía conocer la situación en diversos puntos e informar a las personas sobre lo que necesitaba. Por otra parte, tanto Valtrana como Luciel volaban de noche y caminaban durante el día, evitaban los pueblos y granjas, rehuían el contacto humano. Avanzaban por los pasajes más oscuros del bosque, donde los aldeanos no solían adentrarse. Dormían en el exterior, con una pequeña fogata para calentarse, la última noche, antes de llegar a la ciudad amurallada, se encontraron con una pétrea caverna, el joven Vawdrey la inspeccionó para cerciorarse de que no hubiera animales peligrosos dentro, debido a la pronta llegada del invierno. Permanecieron cerca de la entrada de la caverna, sobre el duro y frío suelo.

El príncipe nunca había sido tan consciente del hermoso resplandor de las lunas, era como si bañasen con su delicada luz las noches frías y oscuras, dando ánimo a los viajeros que no tenían un hogar fijo. Tampoco de la esperanza que brindaban los amaneceres, anunciando que se les otorgaba un día más de oportunidades, estar lejos de las comodidades, tenía otro tipo de ventajas. Cazaban animales pequeños, como conejos, para alimentarse y recolectaban algunos hongos comestibles, ya que abundaban debido a la temporada. Luciel aprovechó la oportunidad para explicarle al príncipe cómo seleccionar los alimentos y memorizó de inmediato el tipo de setas que debía evitar consumir, aunque aún le faltaba práctica con la caza de animales. Luciel encendió el fuego para cocinar los alimentos, si dejaba tal labor a Valtrana, seguro morirían intoxicados o de hambre, por no terminar de cocinarlos, pero él se encargaba de limpiar tras acabar de ingerir los alimentos. El comportamiento diligente del príncipe seguía siendo extraño para Luciel, aunque llevara días haciendo actividades con esmero, comparado con su comportamiento anterior, era de sorprenderse. Incluso, Valtrana se ofreció en tomar el primer turno de vigilancia para que Luciel pudiera dormir, el joven solía permanecer despierto casi todas las noches velando el sueño de todos, del príncipe, su Pegaso y Colibrí, además del propio. Aunque agradeció las buenas intenciones del príncipe y se negó a aceptar, Valtrana tomó una manta, fue hasta la entrada, se sentó en el suelo y apoyó la espalda en la pared de piedra. Elevó su mirada para ver con claridad el cielo nocturno, luego tomó una rama y comenzó a dibujar en el suelo.

Valtrana [BL]Where stories live. Discover now