62.- "Jurian Balor"

500 85 74
                                    

El pequeño observaba el mundo a través de sus claros ojos cafés. Solo se limitaba a observar, sin comprender a esos seres que lo rodeaban. Su cara hacía pocas expresiones, era difícil descifrar lo que pensaba y lo que sentía, las personas se sentían incómodas con su presencia, pues definían su comportamiento como extraño. Su forma de hablar también lo era, pues ningún niño de su edad se expresaba de esa manera. En sus recuerdos más lejanos se encontraba llorando y aferrándose a la falda de su madre, mientras un hombre lo lastimaba al tratar de apartarlo de ella. Ese hombre era su padre biológico, alguien a quien nunca antes había visto hasta ese día, aunque lo hubiese hecho, no lo recordaría. Geroldus Balor era un distinguido duque de Xohel, cuya esposa solo le dio una hija viva y no podía concebir más hijos, por lo que el duque Balor necesitaba un hijo varón que preservara su linaje y buen nombre, así fuese ilegítimo.

El hombre dejó marcas rojas con la forma de sus grandes manos sobre los hombros del niño, pues éste no soltaba a su madre. Ella se movía al compás de los jaloneos, hasta que finalmente fue desprendido de manera forzosa. La mujer tenía círculos oscuros en el contorno de sus ojos y un demacrado aspecto; se mantuvo rígida en el mismo lugar, mirando fijamente como su pequeño era arrebatado y llevado lejos. Sus labios resecos se agrietaron por estirarse de manera horizontal al esbozar una sonrisa; una sutil muestra de satisfacción, de un alivio similar a quitarse un parásito de encima.

Geroldus entregó su hijo a los guardias para que lo contuvieran, se comportaba como un animal salvaje negándose a entrar a una jaula, la cual era el carruaje. Emitía gritos y un llanto desgarrador que no conmovía a nadie, la cara del pequeño estaba roja, hinchada por la rabieta que hacía, el duque no lo soportó más y le propinó un fuerte golpe en el rostro para que se callara. El niño dejó de hacer ruido y lo pusieron dentro del carruaje, en el asiento frente al duque. El pequeño colocó sus manos sobre su cabeza y se encorvó, comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás en el mismo lugar, la piel enrojecida palpitaba y tenía los ojos tan abiertos que casi se salían de los huecos. Por dentro, su interior se llenó de tonos azules, como un mar luego de la tormenta y antes de la misma, tranquilo, pero a la vez revuelto. Geroldus le hablaba, pero el niño no respondía, ni siquiera volteaba a verlo, pues se encontraban en realidades distintas, aunque el adulto lo consideraba una pataleta de un niño consentido. A pesar de que su comportamiento era extraño, lo prefería de esa manera a escuchar sus gritos y horrible llanto que lo sacaban de quicio.

Tenía pocas horas de haberlo conocido y el duque se estaba arrepintiendo de su decisión, pero era demasiado pronto para rendirse, consideraba que cualquier niño podría enderezarse con la vara adecuada y con ese pensamiento recuperó la confianza en sí mismo antes de llegar a su destino. El carruaje se detuvo y se abrió la puerta, el duque tomó del brazo al niño para que bajara, ya que no lo hacía por su propia cuenta. El pequeño reaccionó con fiereza para librarse de esa mano que lo lastimaba, el hombre chasqueó la lengua ante tal desobediencia, alzó la mano para corregirlo nuevamente, pero su hijo permaneció en el mismo lugar, temblando y con la mirada en el suelo. Bajó la mano y se puso detrás de él para instigarlo a caminar. El niño miraba a todos lados mientras avanzaba, los colores brillantes llamaban su atención. Sin embargo, evitaba el contacto visual con aquellos que estaban ahí para recibirlo. Si alguien intentaba tocarlo, reaccionaba de la misma forma brusca e interrumpía el contacto, la paciencia de su padre se agotó, así que lo tomó con fuerza del brazo y lo llevó casi a arrastras hasta la entrada de la mansión.

Frente a la puerta se encontraba la esposa del duque y, a su lado, una niña unos cuantos años más grande que el niño. La joven lo miraba con sus grandes ojos azules, por los cuales desbordaba su curiosidad. En cambio, la duquesa apretó los labios y aparecieron arrugas en su frente, era evidente el desagrado que el pequeño le causaba, más allá de su apariencia sucia y descuidada, le irritaba el gran parecido que ese niño tenía con su esposo, a diferencia de su hija, ese pequeño tenía el color de ojos y cabello igual al duque, lo cual le producía rechazo. Lo miró por encima del hombro y se dio la vuelta sin emitir una sola palabra, hizo un ademán a su hija para que la siguiera al interior de la mansión, ella estaba desconcertada, pues no fue la presentación que esperaba, había escuchado a sus padres discutir anteriormente acerca de ese pequeño, el cual era su hermano, pero tenía muy claro que su madre no lo quería. No escuchó la voz del niño, su mirada perdida no era normal, su cuerpo estaba ahí y su alma en otro lugar, quería saber su nombre, cuidar de él, pues jamás había tenido a un hermano. Sin embargo, su madre le advirtió que se mantuviera alejada de ese repulsivo niño.

Valtrana [BL]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang