55.- "El bosque ilusorio"

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La presencia de los aliados de las sombras estremeció a la pequeña hada, quien voló hasta Luciel para ocultarse en su hombro. De pronto, una estridente voz provino de oscuridad y una figura emergió de entre todas. Miró a los humanos con tal desprecio que pudieron sentirlo en sus pieles, la sensación de amenaza que experimentaban les causaba escalofríos. El ser oscuro se acercó al Elfo con genuina molestia, la cual no demoró en expresar con palabras.

—¿Cómo se te ocurre traer humanos a nuestro territorio?

—Mi señor Eldiel me pidió que los guiara hasta aquí y le entregara esta carta al líder de Jasirum —Alden mostró el documento.

—No pienso permitir que se encuentren con él, ni siquiera que den un paso más.

—Esa decisión no te pertenece, sino al señor Arfan. Si te niegas serás el responsable de una mala relación entre el clan Élfico y el suyo —Guardó el documento en su bolsa y mantuvo una postura firme.

El Bluelf apretó la mandíbula con fuerza y asintió para concederles la entrada, con la condición de que los humanos fuesen despojados de lo que cargaban encima y restringidos con cuerdas en sus extremidades. Alden lo consideró una falta de cortesía hacia el príncipe humano y su compañero, pero sabía que no lo permitirían de ningún otro modo. Fueron despojados de sus armas y las bolsas que cargaban, incluso al Elfo le quitaron un bastón de madera trenzado que lucía inofensivo. Ataron las manos y pies de los humanos con cuerdas, dejando un extremo largo para tirar de ellos y hacerlos caminar. Colibrí se había ocultado tan pronto esas sombras aparecieron para rodearlos, pero al percatarse de que continuarían su camino, aleteó para estar cerca de ellos. La luz que emitía el hada incomodaba los ojos de los extraños.

—¿Qué es este molesto punto de luz? —El Buelf intentó agarrar al hada que se movía ágilmente en el aire y que voló sobre el hombro del humano.

—No te atrevas a tocarla —Con las manos atadas, Luciel lo sujetó con fuerza de la muñeca antes de que la alcanzara—. Es una inofensiva hada.

El Bluelf miró de cerca los grises ojos del joven humano iluminados por ese pequeño punto de luz. Le molestaba su actitud arrogante, la cual era una característica propia de la especie humana, aun así, detuvo su acción, ya que Colibrí se dejó caer en el hombro del joven para agarrarse de su ropa y, al detener el aleteo, su luz se apagó. Luciel soltó la mano del Bluelf y tiraron primero de su cuerda para que comenzara a caminar. Los Bluelfs eran aliados de las sombras, de la oscuridad, se habían acostumbrado a pequeñas dosis de luz, pero encontraban ciertas fuentes luminosas una molestia para sus ojos.

Fueron tomados como rehenes y los llevaron hasta su aldea en lo profundo del bosque. Los Bluelfs demostraban una hostilidad abierta a través de sus miradas, la cual resultaba sofocante, al grado de ser casi intolerable. Observaban en particular a Valtrana, pues su color de ojos y cabello delataban su linaje. No se percataron cuando ingresaron a la aldea, ya que el camino era laberintico y los árboles creaban una ilusión que cercaba el lugar. Los Bluelfs se mantenían alerta ante todo aquello que procediera del exterior, por lo que tan pronto ingresaron a la aldea con los humanos, esa sensación imperó en el ambiente. El lugar era diferente a lo que esperaban, creían que vivían en completa oscuridad al igual que bestias salvajes, pero el interior estaba más iluminado de lo que imaginaban. Sin embargo, esas tenues fuentes de luz no les incomodaban, pues las ilusiones del bosque las hacían tolerables, incluso el fuego era de otro color, desde azul hasta púrpura.

Habían sido sometidos a feroces miradas tanto en Celes como en el territorio Élfico, pero en ese instante, las miradas de los Bluelfs se sentían un poco más pesadas, como si quisieran cercenarlos, arrancar su piel a mordidas y arrojar sus cadáveres fuera del bosque. Daban la impresión de que sería razonar con bestias hambrientas, con oídos sordos y apetito voraz, Valtrana temía que su habilidad para dialogar no funcionara con ellos. Fueron llevados hasta una de las viviendas más grandes, los dejaron caer sobre un tapete en el suelo, a la espera de una respuesta. Una Bluelf ingresó en la habitación y Alden se acercó a ella para intentar suavizar la situación, antes de la llegada del líder. La mirada de esos seres que los rodeaban estremeció a la pequeña hada, así que voló de inmediato al interior del abrigo del príncipe, pero en lugar de ocultarse, sacó con dificultad la máscara que guardaba en el segundo bolsillo y la dejó caer sobre su mano. Ella tenía muy claro que cuando había problemas, Valtrana le daba esa máscara a Luciel y todo se solucionaba.

Valtrana [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora