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Henry

Veo a Benson en el jardín donde había acordado encontrarlo después de la cena. Ya habían pasado muchísimos días y aún no tenía la información que necesitaba, el nombre de la persona que destruyó a mi mujer viralizándola en aquel video que toda su universidad y casi todo Seattle vio.

Cada una de las lágrimas que mi mujer derramó voy a cobrárselas y al triple. Juro que va a morir y va a suplicar muchísimas veces su muerte. Nadie, nadie que se atreva a hacerle daño a mi mujer va a vivir para contarlo.

—Hoy es el último día que tienes para darme noticias de ese maldito video. —Digo.

—Ya se quien filmó y difundió el video de la señorita Ridley, señor. —Responde.

—¿Y que carajos esperas para decirme?

—Fue Ian Matteos. —Suelta de golpe y siento la sangre hervir y las ganas de tener a ese hijo de puta enfrente para matarlo a golpes como el maldito animal miserable que es. —¿Qué procede señor? —Me cuestiona Benson.

—Por ahora... nada. —Exhalo. Mi hija Julie me detenía.

Ahora como están las cosas con ella,  el matar al pendejo del cual está enamorada solo complicaría las cosas en nuestra relación y la verdad, extrañaba a mi hija, extraño verla, tenerla aquí conmigo. No quiero alimentar su "odio" hacia mi.

Pero, tampoco me voy a quedar de brazos cruzados porque ese maldito hijo de puta lastimó a mi mujer y eso es algo que simplemente no tolero. Esperaré, pero, ese maldito hijo de puta recibirá su merecido.

—Buen trabajo Benson. Ve a descansar que mañana te quiero a primera hora para cuadrar los detalles de los cargamentos.  —Digo y asiente.

Regreso a casa y tomo una botella de vino y dos copas, Emma estaba esperando en el cuarto de juegos y yo ya tenía la polla dura con solo pensar en cómo voy a someterla ahí.

Emma

Entro a la habitación e inhalo percibiendo el olor a canela que inunda el cuarto de juegos. Este es más grande que el de la casa anterior las paredes envueltas en rojo vino y las luces tenues me ponen a temblar y no ayuda el ver las repisas de madera con consoladores, pinzas, fustas y un sin fin de objetos. Recorro el cuarto curiosa, cada parte.

—Te dije que sin ropa, mi Emma. Creo que alguien quiere un castigo. —Dice detrás de mi. Me volteo mirándolo.

—Perdón, señor. —Digo.

—Tu "Perdón" ¿te va a quitar la ropa? Desnúdate que ya te ganaste un castigo hoy. —Sirve una copa y se la bebe de un trago. Me mira mientras deslizo el vestido quedándome en ropa interior. Traga saliva mirándome y me detiene cuando iba a quitarme el sostén.

—Voy a azotarte así. Te ves tan apetecible. —Dice y camina conmigo hacia un banco algo... raro. Me mira y deja su copa a un lado quitándose la camisa viéndose tan jodidamente deseable. Sonríe de lado. —Recuéstate ahí, boca abajo. Te presento mi banco de azotes.

—Si señor. —Trago saliva y me coloco de rodillas colocando el abdomen en aquel mueble de piel que me impacienta, más cuando Henry rodea con grilletes mis muñecas y mis tobillos. Me quedo en una posición incomoda, casi de a cuatro pero menos soportable. Henry va en busca de una fusta y toma una regresando a mi.

—Te ves tan vulnerable. —Pasa la fusta por mi espalda hasta llegar a mis glúteos. No me azota, todavía, solo los recorre tensándome. —Tan indefensa. Tan mía. —Da el primer azote y los grilletes me limitan el movimiento. Suelto un quejido al que Henry reacciona con una risa ronca justo antes de darme otro azote con más fuerza. —Te apuesto a que esos quejidos también involucran tu placer. —Vuelva a azotarme. —Y quiero comprobarlo. —Azota una vez más provocando que me muerda los labios y me quede expectante cuando se acerca a mi, magrea mis glúteos y me da una nalgada fuerte con su mano. —¿Te gusta? —Gruñe haciendo a un lado mis bragas con los dedos, palpa mi humedad y ríe ronco. —No respondas, que esto ya es respuesta suficiente. —Pellizca mi clítoris arrancándome un gemido y trago saliva cuando me azota mi palpitante botón de placer. —Quiero enterrarte la polla. —Libera mis tobillos y muñecas y me ayuda a incorporarme. —Y ahora sí, sin esto. —Me arranca las bragas y me sonrojo cuando las huele con una sonrisa. Se deshace del sostén y lame mis labios, va a unos cajones y saca una cuerda. —Manos atrás, mi Emma. —Obedezco sin rechistar y ata mis manos con un fuerte nudo. Me lleva a la cama empujándome y me abre de piernas. —Que delicia. —Mira mi coño relamiéndose de nuevo los labios, se quita los pantalones y se libera la polla llena de líquido preseminal. Se muerde el labio sin quitar la vista de mis senos, de mi coño y se masturba, se jala la polla con rudeza y me sonríe. —A la cena le falto el postre. —Dice y se inclina lamiendo la humedad esparcida entre mis pliegues. Gimo mordiéndome los labios odiando tener los brazos aplastados abajo de mí. —Exquisito, mío. —Su lengua juguetea con mi clítoris, torturándome y arrancándome gemidos que no me limito a callar. Quiero rogarle que me desate pero se que será inútil, así que me quedo disfrutando de como me come el coño, como su lengua se hunde en mi entrada, como su boca succiona mi clítoris volviéndolo más sensible. Como sus manos y su fuerza obligan a mis caderas a balancearse para que tenga más acceso a mí.

Henry me lleva al cielo, a la luna, al inicio y al fin del universo cada vez que me toca, cada vez que me hace suya, incluso, con solo besarme, con solo mirarme, ya me hace sentir así, la mujer más afortunada de estar a su lado.

Lame todo de mí y se incorpora. Separa más mis piernas y acomoda su pene en mi entrada, empuja con suavidad haciendo que tire la cabeza hacía atrás y me muerda los labios.

—Mírame, quiero que me mires mientras te cojo. —Dice y nuestras miradas se entrelazan. Gimo y el gruñe cuando de un movimiento su polla queda ensartada por completo en mi interior. comienza con su tortuosamente jodido y placenteramente delicioso balanceo de pelvis duro y rápido que me descontrola y me tiene gimiendo como golfa mientras mis ojos miran los suyos, llenos de placer, de lujuria, de ganas, de deseo. Incrementa su ritmo llevándome cada vez a niveles de disfrute que no podría describir.

Henry es insaciable y mucho más en estas cuatro paredes, porque hemos pasado más de cuatro horas aquí, me ha cogido de diferentes formas, me ha besado con tanta imponencia, con tanto cuidado, que me ha agotado, termino en su pecho después de la tercera vez en la que terminamos, en la que nos liberamos. En la que disfrutamos.

—Vete acostumbrando que después será mucho más. —Dice dándole caricias a mi espalda mientras besa mi cabello.

—Si, señor. —Digo bostezando disfrutando el hecho de estar en su brazos.

Siento un gel tibio en mis glúteos acompañado de sus caricias.

—¿Duele aquí? —Dice, tocándome justo en el lugar donde me azotó varias veces.

—Arde. —Respondo.

—Déjame cuidarte. —Besa mis labios y se incorpora cargándome. —Preparé una ducha tibia para ambos, para mimarte. —Muerde mis labios.

—¿Ahí regresa el Henry romántico? —Río. —Señor. —Añado.

—Si. —Besa mis labios caminando conmigo a la ducha donde nos envuelven besos, caricias. Amor.

NUESTRO INFIERNO I || OFICIALWhere stories live. Discover now