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Henry

Lo que los franceses me habían dicho desde hace meses me tiene loco. Emma era inocente y como un pendejo la perdí. La perdí.

Benson entra a mi oficina diciéndome que sigue sin encontrar información, después de que asesinaron al testigo ya nadie sabe quién está detrás del asesinato de mi madre y del teatro que montaron para separarme de Emma.

Respiro hondo y trato de enfocarme en mis negocios porque es lo único que me hacía olvidar por instantes que soy un pendejo.

—Benson, ¿Por qué el italiano está pidiendo triplicar la cantidad de droga que se va en sus cargamentos?

—Es que señor, Emma le coordina la distribución por toda Italia y lo hace en menos tiempo. Todo muy rápido.

—¿Emma trabaja con Rinaldi?

—Y los franceses la están buscando al igual que los españoles. Emma es buena distribuyendo esa droga y ahora hay rumores de que está construyendo laboratorios para producir su propia droga. —Siempre supe que era una chingona. Nunca dudé de su capacidad. —¿Quiere que saboteemos sus laboratorios? Puede significar un riesgo para este imperio, señor.

—No, déjenla. —Digo sirviéndome una copa.

—Pero...

—¿No escuchaste Benson? Dije que la dejen. Ahora largo de aquí que tengo muchas cosas que hacer.

Emma

Brindamos con una copa de vino. El italiano está sumamente sorprendido porque no tuve ni un solo error y toda la droga ya estaba distribuida por todo Italia.

—Me sorprendes Emma. —Me mira. —No entiendo como Henry fue capaz de dejarte ir. Hermosa, inteligente... —Acaricia mis labios y me levanto.

—Ahora solamente falta que le encargues más mercancía a Henry para que continúe distribuyéndola. Ah y espero mi paga en efectivo. —tomo mi bolso y me voy de ahí feliz. Todo salió bien y todo me seguirá saliendo bien.

Los meses pasan y todo continúa como debe. Alessandro Rinaldi es el hombre más feliz del mundo porque el territorio italiano es el que más ganancias le genera al imperio de el Lord. Llegan cargamentos por semana porque la demanda de la mercancía aumentó y puedo decir que fue gracias a mi y a mis estrategias. Tenía mucha presión encima y más porque mi teléfono no dejaba de recibir llamadas de los franceses y de los españoles, también querían que me encargue de la distribución de su mercancía en sus territorios porque mi fama se había extendido a grandes rasgos.

Ganaba muchísimo dinero y estaba invirtiéndolo todo en construir laboratorios porque quería empezar con la producción de mi propia droga. Mi propio imperio. No planeaba hacerle competencia a Henry, simplemente quería dedicarme a lo que me gusta y ya.

—Listo Emma. —Dice el italiano. —Ya le pedí a Henry la mercancía y debe llegar mañana por la tarde. —Juguetea con mis labios. —¿Quieres tomarte una copa conmigo?

—¿Para que vuelvas a intentar manosearme cuando el alcohol te funde el cerebro? —Me alejo. —No, gracias. Ah y te informo que saldré de viaje a Seattle. —Le digo. Me iría un par de semanas de regreso a la ciudad porque el bebé de Julie ya había nacido hace unas semanas y no pude estar ahí por compromisos del trabajo.

—¿Iras al cumpleaños de James? —Me pregunta. —Podemos ir juntos porque yo también recibí invitación. —Dice.

—Es que me iré hoy. Iré primero a ver a Julie. Quizá te vea en la fiesta mañana. Ah y por la mercancía no te preocupes, ya dejé todo coordinado para que apenas llegue comiencen a moverla. Tengo que irme. —digo. Me detiene tomándome de la mano.

NUESTRO INFIERNO I || OFICIALWhere stories live. Discover now