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Emma

Sigo siendo enormemente feliz. La idea de mi compromiso con Henry me tiene vuelta un remolino de felicidad. Sigo besando sus labios y solo lo suelto cuando James entra envuelto en desesperación.

—Ya despertó. —Digo sonriente.

—Y no sabes cuanto me alegra pero ahora mismo nos tenemos que ir de aquí. —Dice y unos doctores entran dándole una revisión rápida a Henry para colocarlo en una camilla.

—No entiendo nada. —Digo con preocupación. Esto no me gustaba nada.

—Emma, Henry... tenemos que salir de este hospital porque Alessandro Rinaldi está detrás de nosotros. Ha colocado explosivos en tres hospitales distintos en Seattle matando a todos los que están dentro. Está buscando y queriendo adivinar al azar donde estamos y no podemos exponernos.

Todo se moviliza enseguida en cuestión de segundos y nos vamos en una ambulancia equipada hacia la nueva casa de seguridad. Sostengo la mano de Henry durante todo el camino mientras James continúa diciéndonos que el italiano nos había jodido un poco.

Hizo un atentado en la casa antigua, el sabía la dirección. También mandó a incendiar mis laboratorios en Italia. Algunos de Henry los destruyó con explosivos y también quemó dos bodegas con mercancía y dinero. Estaba envuelto en rabia por lo de Alessandra Rinaldi. Estaba destruyendo todo lo que podía descargando el dolor de la muerte de su hermana.

—Ya. No se preocupen. —Dice Henry luciendo tranquilo. —Alessandro destruyó lo que conocía. Pero nadie, absolutamente nadie más que yo conoce todos mis laboratorios, todas mis bodegas y todas mis propiedades. No nos jodió. —James lo mira sorprendido.

—Es cierto pero... siempre que alguien te ataca te llenas de rabia y planeas en un dos por tres el contraataque. —Dice James y cruza los brazos.

Henry sonríe mientras me mira.

—Lo se pero hoy, hoy nada ni nadie va a quitarme la felicidad que siento. —Le sonrío acariciando sus mejillas. —La mujer que amo me dijo que si y nos vamos a casar James. Emma y yo nos vamos a casar. —Dice.

—¡Por fin! Digo, ya después de todo lo que pasaron merecen ser felices. —James sonríe mirándome. —Felicidades, felicidades a los dos. Esta noticia va a alegrar a todos. Emma es la mejor mujer que puedes encontrar en el mundo, Henry. —Le dice. —Y Emma, conozco a Henry desde que andaba en pañales por toda la casa cuando era un pequeño diablillo, te aseguro que el amor que siente por ti es un amor limpio, sincero y profundo. Cuiden ese amor siempre. Escúchense, tengan confianza mutua, respétense. Porque un matrimonio no es fácil, no crean que siempre serán besos y abrazos. Vendrán tormentas, muchas veces les parecerán huracanes, pero cuando esos momentos lleguen solo tómense de las manos y recuerden eso que los unió. El amor. Enfrenten las tormentas y disfruten los buenos momentos. —Dice mientras yo le sonrío soltando pequeñas lágrimas. —Y recuerden que un matrimonio no solamente es un papel que van a firmar, es un compromiso, una unión que debe ser para toda la vida. Todavía recuerdo el día que me casé con Anne, mi esposa, que en paz descanse. Me sentía el hombre más afortunado del mundo. Fuimos tan felices, hasta que el cáncer me la arrebató para siempre. Ella siempre decía que el verdadero amor supera todo, lluvias, tormentas, rocas en el camino. Decía que el amor cuando es verdadero no es destruido ni siquiera por la muerte y es verdad porque aunque llevo diez años sin ella todavía la amo más y más cada vez.

—Ya. —Interrumpe Henry al igual que yo, con un nudo en la garganta. —Ya tienes llorando a mi mujer y no me gusta verla derramar lágrimas.

—Déjalo. Me encanta escuchar eso. —Digo tomando la mano de Henry. —No seas amargado y gruñón. —James ríe. —James, agradezco cada una de tus palabras. Te quiero mucho. —Digo.

NUESTRO INFIERNO I || OFICIALWhere stories live. Discover now