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Henry Adams

Desde el primer momento en que me convertí en el Lord estaba consiente que mi poder podría costarme la vida de las personas que amo.

Respiro hondo y cierro los ojos unos instantes. El dolor de perder a mi madre seguía ahí y ahí se va a quedar para siempre, porque cuando alguien que amas se va, su ausencia se nota todos los días. La cabeza me arde y también las ganas de vomitar que se forman en mi estómago. Vuelvo a respirar obligándome a guardar mis sentimientos y ponerle un candado para mantenerlos ahí.

Soy el Lord y no puedo caer por esto. Ya lloré, ya me desahogué, ahora lo que tengo que hacer es ponerme de pie y buscar hasta debajo de las piedras a los culpables para hacerlos pagar, sin Piedad alguna.

El té que mi mujer me había dado era tan fuerte que vuelve a dejarme dormido.

Cuando despierto noto la ausencia de mi mujer en nuestra cama. Me pongo de pie de inmediato y miro el reloj. Se había ido hace cuatro horas, por Julie. Ya deberían estar aquí, ambas.

Marco a su teléfono y la llamada no tiene respuesta. Ninguna de las diez que le dejo.

<<Si está con mi hija y lograron reconciliarse seguramente están habloteando de todo lo que se han perdido. Me consta cuando se adoran las dos. >>.

Tomo mi saco y me coloco mis gafas oscuras saliendo de la habitación solicitando a Benson y a Sean en mi oficina. Llegan en cuestión de minutos y procedo con mis instrucciones.

—¿Lo del francés.? Quiero que eso ya esté solucionado.

—La señorita Ridley me ordenó arreglarlo y aunque el francés estaba furioso aceptó el acuerdo y en media hora saldrá el resto del cargamento a Francia. —Dice Sean.

—Bien. ¿Qué sabes de la persona que hurtó ese cargamento? —Me sirvo una copa encendiendo un cigarrillo después.

—Ehhmmm, yo me encargué de reponer el cargamento. Emma no me puso a cargo de la investigación a mi. —Responde Sean.

—¿Quién?... —Mantengo mi atención en el empleado confianzudo. —Es la señorita Ridley para ti. Tu jefa. Así que nómbrala como se merece si no quieres que te despida al cementerio. —Asiente un par de veces nervioso. —No te oí.

—Si, Lord. —Dice. Ahora centro mi atención en Benson.

—Y tú... ¿Qué sabes de ese cargamento?.

—No mucho, señor. La persona que hurtó la mercancía no dejó rastro alguno. Bloqueó las cámaras de seguridad, asesinó a toda nuestra gente e hizo un trabajo limpio porque las únicas huellas que se encontraron en el avión fueron las de la señorita Ridley y gente del equipo. Los que subieron los paquetes, el piloto... nada extraño. —Dice. —Lo único que tenemos es al testigo que los vio salir encapuchados. No hay más por ahora.

—Entonces fue alguien de aquí. —Doy un sorbo a mi copa. —Si las huellas qué hay son de nuestra gente entonces hay una maldita rata traidora y está adentro y quiero que lo busques, Benson.

—Me encargaré personalmente de investigar a cada uno de los miembros de la mafia, señor.

—Pero hazlo rápido. Ese maldito traidor va a pagar muy caro el meterse con el Lord. Ustedes saben perfectamente que es lo qué pasa con los ladrones aquí. —digo y asienten como dos robots semi inútiles. —Ahora retírate de aquí Sean. —Digo.

—Con permiso, Lord. —Sale de ahí y me quedo únicamente con Benson.

—¿Que hay con lo de mi madre? Quiero al responsable o a los responsables de su asesinato y los quiero HOY. —Digo.

NUESTRO INFIERNO I || OFICIALWhere stories live. Discover now