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Emma

Bajo con mi dormilón en brazos hacia la oficina de mi esposo y nos recibe con una sonrisa. Deja un beso en mis labios y mira a su hijo.

—¿Que tal la junta? —Digo.

—Bien. Los socios en Francia están felices con la manera en la que manejas sus rutas. Dicen que eres una diosa pero se equivocan en algo. —Me muerde el labio. —No eres una diosa, eres MI diosa. —Recalca el "Mi". Le sonrío y beso sus labios sentándome en el sofá.

—Te amo. —El se sienta a un lado de mi y mira de nuevo a nuestro pequeño. —Lo veo y me lo quiero comer a besos. —Le digo posando la cabeza en su hombro.

—¿Y a mi no me quieres comer a besos?

Me dice acompañado de un puchero y río.

—Creo que no sólo tengo un bebé. Tengo dos, porque aveces te comportas como uno. Bebote. —Le digo.

—Es que también quiero que me mimes a mi. Quiero tus besos, tus caricias, quiero que también me digas palabras bonitas. —Me susurra. —Bésame. —Dice y sonrío besándolo.

Nuestro pequeño se despierta y Henry enseguida acaricia sus manitas.

—Ya despertó el humanito más precioso de este mundo. —Le dice a nuestro pequeño y siento un extraño presentimiento cuando mi niño no nos sonríe cuando le hablamos.

—Hola mi amor. —Le digo y Henry jr rompe en llanto de una manera en la que casi no lo hace y le doy besitos tratando de tranquilizarlo pero nada. Sigue llorando y cada vez más fuerte.

—¿Qué tiene? —Dice Henry preocupado y miro a mi pequeño bajándome el tirante del vestido para amamantarlo pero no quiere. Sigue llorando removiéndose con una carita que no me gusta en lo absoluto.

—No lo sé... —Digo frustrada viendo a mi niño mal. —Henry vamos a un hospital. Algo tiene. Vamos ya. —Digo. Y el enseguida toma las llaves del auto. Nos movilizamos porque Henry conduce lo más rápido que puede al hospital mientras los escoltas nos siguen.

Mi pequeño sigue envuelto en llanto y yo también suelto lágrimas porque ahora tiene fiebre y tiembla por instantes. Algo tiene y si algo le pasa yo me muero.

—Ya mi niño. —Digo sollozando. —Ya tranquilo. Mami y papi están aquí. Tranquilo mi bebé. —Le doy besitos en su frente y acaricio sus mejillas pero ni siquiera mis mimos lo tranquilizan como de costumbre. No para de llorar, de temblar y de removerse. No quiere comer y aprieta las manitas removiéndose.

Henry está vuelto loco conduciendo a toda velocidad mirando a nuestro hijo de reojo. Aprieta el volante envuelto en desesperación y tiene la mirada cristalizada.

—Oye campeón, tranquilo. —Dice con la voz entrecortada. —Vas a estar bien mi niño hermoso. —Acelera más y llegamos al hospital. Me bajo de inmediato y Henry y yo buscamos al pediatra de nuestro hijo.

—Ayúdeme por favor. —Le digo temblando de miedo y el médico toma a nuestro niño llevándoselo en brazos. Siento que el aire me falta y soy incapaz de controlar mis lágrimas.

Me muero si algo le pasa. Ya no me imagino una vida sin mi pequeñito y no quiero una vida sin mi pequeñito.

Henry

La sangre me hierve como nunca antes. El no tener el control de la situación me jode y más ver a mi hijo así. No está bien. Algo le pasó, ¡algo le hicieron! Y juro que la persona que esté detrás de lo que le pasó va a pagar con su vida y con la vida de los que le rodean.

La única persona que se me viene a la cabeza es el hijo de puta de Alessandro Rinaldi, pero no lo hizo solo. Tuvo que tener ayuda de alguien.

Pierdo más la cabeza cuando veo a mi esposa envuelta en llanto, nuestro hijo está en sus brazos mientras mi mujer intenta tranquilizarlo.

NUESTRO INFIERNO I || OFICIALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora