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Aylin no encontró un hogar entre los lujosos sofás de cuero o los opulentos candelabros de su sala común. No se había dado cuenta de que lo había estado buscando, hasta que no lo halló.

Horas, días, semanas habían pasado desde el inicio del curso y aún no había logrado adaptarse. Todo era tan distinto.

Sus compañeras de habitación le habían dejado muy claro que no querían tener nada que ver con ella ("la viste?", "lo sé, no sé quién se cree que es"). Aylin no se permitió pensar demasiado en ese hecho, no estaba ahí para hacer amigos de cualquier manera. 

Por otro lado, el castillo era simplemente enorme y todo parecía funcionar por voluntad propia (¡incluso las malditas escaleras se movían!). De no haber sido por Evan Rosier—quien se había apiadado de ella luego de una semana de clases—, Aylin muy probablemente hubiera seguido llegando tarde a sus clases. 

Ni siquiera había logrado sentirse cómoda en el congelador mortal que era su propia sala común. La bruja entendía que una chimenea encendida probablemente acabaría con toda la estética lúgubre del lugar, aún así, prefería sentir sus dedos que deleitar su vista. 

Lo único que verdaderamente amaba de su sala común era el enorme ventanal que daba hacia las profundidades del Lago Negro. Algunas veces podía ver a Bob—como había bautizado al calamar gigante—nadando por las aguas. Aquello siempre la hacía sentir mejor, incluso en esos días donde las sombras eran más notorias que la luz.

Aylin se sentía casi tan desorientada como su nueva maestra de Defensa Contra las Artes Oscuras, la cual hacía finalmente su primera aparición. Habían pasado casi dos semanas desde su primer día de clases y ella apenas iba incorporándose al cuerpo del profesorado, convirtiendo en ese jueves por la mañana en su primera clase oficial de DCAO.

Treinta segundos fue exactamente el tiempo que Aylin le dedicó a la bruja antes de definir su—más bien elevado—nivel de ineptitud. Luego de eso había dejado de escuchar.

De un momento a otro la silla en la que había estado sentada desapareció.  

Un respingo involuntario escapó de sus labios al sentirse caer al suelo. Hubiera aterrizado en el piso de no haber sido porque Evan, a un lado de ella, estaba poniendo la suficiente atención para haber escuchado la advertencia de la maestra.

—Tal vez —dijo, sosteniéndola del brazo—, te vendría bien poner atención de vez en cuando.

—¿Para qué crees que te tengo a ti entonces? —replicó Aylin, una sonrisa petulante en su rostro.  

Evan se limitó a torcer los ojos. 

No soltó su agarre hasta que la bruja estuvo estable en sus pies. 

La tipluda voz de la maestra se hizo presente, obligándolos a terminar con el breve intercambio de palabras. 

Aylin desvió su rostro nuevamente hacia ella, tratando de ignorar la sensación de rechazo que crecía en su estómago. Había algo en su mirada, en la manera en la que se conducía con el resto del grupo que hacía que a Aylin se le encogieran las entrañas. 

—Alumnos de último año —dijo, su chillona voz retumbó por el aula—, siendo hoy mi primera clase, quisiera empezar con un diagnóstico de sus conocimientos generales... —Guardó silencio un momento, observando al grupo de estudiantes—. Y la manera en la que haremos eso, será por medio de...¡un duelo!

Había escuchado ideas estúpidas, y luego estaba esto. 

El mundo mágico estaba al borde de una guerra, la tensión podía respirarse en el ambiente y cortarse con un cuchillo, magos y brujas estaban constantemente en modo de alerta listos para tener el mínimo pretexto para atacarse, pero claro, hay que hacer un duelo, qué podría salir mal.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now