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Una semana, ese era el tiempo que había transcurrido desde el día en el que los hermanos Black habían tenido esa charla en la Sala de los Menesteres, desde el momento en el que Regulus le había permitido a su hermano, poco a poco, volver a introducirse a su vida. Desde que este le había confesado al mayor parte de lo que había sucedido en Navidad.

Sirius, a pesar de sus propias inseguridades, no lo había abandonado de nuevo.

El mayor de los Black había bombardeado a su hermano menor con preguntas sobre lo acontecido en el funeral en más de una ocasión, pues había prometido al menor no preguntarle directamente a la bruja ya que si hiciera eso tendría que contarle sobre la información compartida con respecto a Navidad y Regulus sabía muy bien que Aylin no hubiera querido que Sirius supiera sobre eso. Pero, a pesar de sus constantes preguntas, Regulus no había compartido con él demasiado, no solo porque probablemente no era algo que Sirius quisiera saber, sino también porque ni siquiera él mismo sabía demasiado de lo que había sucedido una semana atrás.

Aylin había le prometido a Regulus contarle más de lo que había sucedido ese día, había prometido resolver sus dudas, pero a su debido tiempo. Regulus había deseado insistir, pero sabía que una vez que la bruja decía no, no había poder humano que la hiciera cambiar de opinión al respecto.

Regulus no presionó más el asunto.

A pesar de que Regulus le había prometido a Sirius que la bruja se encontraba tan bien como podía estarlo, el azabache no había podido contenerse de comprobarlo por sí mismo, gracias a eso, se encontraba por tercer ocasión consecutiva sentado en el cómodo sillón de la Sala de los Menesteres, jugando en silencio con sus propios dedos, tratando de evitar observar a la rubia sentada a unos metros de él, la cual leía plácidamente, fracasando estrepitosamente.

Aylin, frustrada de sentir la mirada del mago sobre ella por milésima ocasión terminó interrumpiendo su lectura para encararlo, esperando que su mirada inquisitoria fuese suficiente como para hacerlo desviar sus ojos. No fue así. 

En cuanto sus miradas se encontraron el mago le guiñó descaradamente, sonriéndole de manera coqueta, Aylin se obligó a torcer los ojos, escondiéndose detrás del libro una vez más, rogando que el color de sus mejillas desapareciera pronto.

–Sabes, Winny...

–Creí que habías dicho que dejarías de llamarme así una vez que yo te llamara por tu nombre –respondió la bruja, aún sin sentirse lo suficientemente preparada para salir de detrás del libro.

–Sí bueno, digamos que me encariñé con el mote –explicó el azabache, acercándose más a la rubia, reacomodando las piernas extendidas de ella encima de su regazo–, además, a quién quieres engañar, los dos sabemos que adoras que te llame así.

Aylin se encontró con esa sonrisa arrogante una vez que se atrevió a salir de detrás del libro.

–No, realmente no –mintió.

Sirius casi le creyó. Casi.

–Agghh –se quejó la rubia, cerrando el libro de golpe.

–¿Qué?

–Es solo que hay unas partes del libro que... –se detuvo antes de decir lo que estaba apunto de soltar–, son tediosas.

Sirius la observó entrecerrando los ojos, desviando su mirada por un momento, sintiendo un escalofrío recorrerlo en cuanto sus ojos se posaron encima de la portada oscura del libro entre las manos de la bruja. Era un libro de magia negra.

–Sabes, probablemente no es la clase de libro que deberías estar leyendo de cualquier manera, Winny –soltó sutilmente, observando cuidadosamente la reacción de la bruja.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now