· 20 ·

231 18 0
                                    


Albus Dumbledore había dicho que la felicidad podía hallarse hasta en los más oscuros momentos, si somos capaces de usar bien la luz, Aylin ni siquiera sabía dónde encontrar la luz.

Un mes.

Un mes había estado escabulléndose por los pasillos, abandonando las clases tan pronto terminaban y entrando a estas segundos antes que los profesores, rehuyendo sus miradas, escapando de sus voces llamándola, ignorando la presencia de los tres leones que parecían determinados a acercársele en cada oportunidad.

Un mes había estado esperando a que los guardias de Azkaban llegaran a su puerta, que la carta que le informaba que quedaba expulsada de Hogwarts por uso ilícito de magia fuera del colegio llegara, que alguien la castigara por lo que había hecho, pero la vida seguía su curso. 

Veía a las mismas personas reír constantemente por los pasillos, los profesores impartían sus clases como regularmente lo habían hecho, nadie le dedicaba una segunda mirada. La vida no había cambiado, sino que ella lo había hecho.

El vacío no había desaparecido de su pecho y ella no estaba segura si desaparecería en alguna ocasión.

Las noticias que volaban dentro de la casa de las serpientes eran cada vez más aterradoras, múltiples asesinatos en una misma tarde, distintas familias destruidas, nuevos mortífagos emergiendo. Las risas eran cada vez más frecuentes dentro de su lúgubre sala común, estaban ganando la guerra y todos lo sabían.

Aylin ya no estaba segura si aquello eran buenas o malas noticias.

A ella le hubiera gustado decir que por lo menos había hecho buen trabajo protegiendo al triste ojiazul que constantemente terminaba refugiándose detrás de sus cortinas por las noches, ahogando su llanto con su propia almohada. No era así. 

Las sonrisas traviesas y silencios de complicidad que solían compartir habían desaparecido luego de esa noche. Evan hacía todo lo que podía por tratar de sacarles una sonrisa y apoyarlos en todo lo que estaba dentro de su alcance, pero ni siquiera sus mejores intentos alejaban los recuerdos. Al menos no para siempre. 

Solo el tiempo podía ayudarlos ahora.

···

Aylin había terminado escapando de su propia sala común cuando las risas habían crecido en exceso y las conversaciones se habían vuelto morbosas. No tenía interés en escuchar (de nuevo) cómo los mortífagos habían logrado instalarse en el Ministerio de Magia, sobre el asesinato de otra familia muggle o repasar los primeros pasos del plan que se llevaría a cabo en tan solo unos meses, lo único que ella quería en ese momento era escapar.

Se encontraba vagando por la oscuridad de los pasillos, acompañada solamente por sus pensamientos y el sonido de sus propias pisadas, o lo que ella creía que eran sus pisadas, pronto se dio cuenta de que no era así. Levantó la vista encontrándose a la distancia con un rostro que solo había observado una vez antes, pero que sabía que no lograría olvidar jamás.  

A solo unos metros de distancia, Julius Smith tenía sus ojos fijos en ella. La última vez que Aylin se había encontrado con el Ravenclaw, este había querido atacarla.  

Levantó su barbilla no dejándose amedrentar por la mirada del mago y continuó su andar por el pasillo, el cual era lo suficientemente espacioso para permitirle a ambos el paso al mismo tiempo. 

Aylin podía esuchar el latir de su corazón retumbando en sus oídos al sentir el cuerpo del mago pasar por junto de ella, ninguno se detuvo.

Por un momento consideró que el Ravenclaw se había olvidado de ella, que había superado el pequeño enfrentamiento que habían tenido lo que se sentía como una vida atrás y no volvería a intentar lastimarla. 

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora