· 52 ·

140 20 5
                                    


Aylin jamás se había sentido tan fuera de lugar, como cuando atravesó el umbral de la casa de los Potter.

En cuanto puso un pie dentro de la habitación todas las miradas recayeron sobre ella. Aylin siempre había odiado ser el centro de atención de las miradas curiosas, claro que las miradas que los integrantes de la Orden le estaban dedicando no estaban precisamente cargadas de curiosidad. Poco faltó para que terminara arrepintiéndose de su repentina (y estúpida) valentía y desapareciera en ese mismo instante, regresando a la mansión lúgubre en la que se había acostumbrado a vivir todos esos meses.

Enfundada en sus ropas negras, se sentía como un cadáver andando en un mundo de vivos.

No pudo evitar respingar al sentir el peso de una mano colocándose en su hombro, debatiéndose entre huir o sacar su varita, pero al girarse se encontró con el pacífico rostro de Remus Lupin observándola de regreso. No había hostilidad en su mirada, solo el peso constante de la empatía emanando de sus rasgos. Aylin jamás se había sentido tan reconfortada por una acción tan sencilla como esa.

Remus Lupin fue el primero en aceptarla de vuelta.

A Sirius le tomó cada gramo de su autocontrol no moverse de su lugar hasta ella, odiando el sentimiento que se generaba en sus entrañas al notar la complicidad que había entre ella y su mejor amigo. Se limitó a observarlos en silencio, odiando no poder ser él quien la hiciera sentir bienvenida.

James, a su lado, hacía lo que podía por no soltar una pequeña risa al notar la expresión en el rostro de su hermano.

Luego del caos que se había desatado tan solo unas noches atrás, Aylin estaba segura de dos cosas, 1) ahora más que nunca necesitaba intervenir en la Orden y 2) no podía confiar en Sirius para hacer eso. Luego de esa noche días atrás, Remus Lupin se volvió su contacto interno.

Cuando Alastor Moody había escuchado por primera vez la historia sobre la mortífaga que había asesinado a un mago de su propio bando, no pudo evitar pensar que se trataba de una estrategia. Si bien ninguno de los tres magos involucrados en el suceso se había atrevido a confirmar o negar alguna clase de relación previa con la bruja en cuestión, las expresiones en sus rostros fungían como delatoras. Con mayor razón, Alastor desconfió de los motivos detrás de las acciones de la rubia frente a él. Luego, un segundo suceso había tenido lugar, una advertencia. Tal vez Alastor Moody había cometido un error al no haber cancelado la operación de la que se le habían advertido, pero no estaba dispuesto a equivocarse dos veces de la misma manera, por lo que cuando Remus Lupin se presentó en su oficina, días atrás, lo escuchó detenidamente.

A pesar de que cada fibra de su ser le pedía que huyera de ahí, Aylin se obligó a mantenerse firme. Sí, tal vez estaba aterrada, tal vez sentía que el corazón terminaría saliendo de su pecho o que, en cualquier momento, alguno de los presentes se abalanzaría sobre ella para acabar con su miserable vida, pero ella jamás se permitiría demostrar eso. Bajando la mano que inconscientemente había viajado hasta su clavícula, buscando un collar que no estaba ahí, se irguió, caminando, con una seguridad que no sentía, hasta el centro de la habitación. Sonrió cínicamente, solo tres rostros dentro de la sala no la miraron con ira.

La tensión era tan clara, que bien podía haber sido cortada con el filo de una navaja, afortunadamente para todos, no duró demasiado.

–¿Qué carajos está haciendo esta aquí? –Marlene McKinnon interrogó hostilmente, mirando directamente al azabache de ojos grises a unos metro de ella.

Aylin notó la mirada que la ojiazul le dedicaba al mago que la estaba mirando atentamente a ella y, casi sin poder evitarlo, sonrió con suficiencia.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now