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No había nada más que el aullido del viento interrumpiendo la quietud de la atmósfera. Más allá de eso, silencio.

Aylin siempre había encontrado paz en el silencio.

El sol comenzaba a descender. El ocaso pintaba el cielo en colores artísticos, el último resquicio de luz en el día que auguraba una muy negra noche. Le hubiese gustado quedarse ahí para siempre, perdida entre el naranja y el rosado que entintaban el cielo azulado, entre la fina línea que dividía la luz de la oscuridad, en el último resquicio de color y esperanza. Ella sabía que no podría ser así.

–Extrañaré este lugar –confesó en un susurro el mago a su lado. Aylin ni siquiera lo había escuchado llegar, demasiado embelesada por la belleza del efímero momento.

–También yo.

Se quedaron en silencio, recargados en la barandilla de la Torre de Astronomía. Ninguno se atrevía a decir algo más, ambos muy conscientes de lo que la repentina presencia de Regulus representaba.

No se movieron ni un poco, cada uno enfrascado en sus propios pensamientos. Cada uno tratando de ahuyentar sus propios demonios.

Absorbieron hasta la última gota del ocaso, apreciando más que nunca el efímero momento antes de la oscuridad. Había algo trágico en la manera en la que el sol terminaba de esconderse, abriendo paso a las primeras sombras de la noche. Había algo trágico en la brevedad de un momento.

–Ya es hora.

–Lo sé.

No había más luz en el cielo cuando abandonaron la torre.

···

Gritos, esos fueron los primeros síntomas de que algo no iba bien dentro de Hogwarts.

Gritos que rasgaron la paz de una tarde cualquiera, recorriendo el silencio de los pasillos, alertando a cada uno de los presentes dentro del antiguo castillo. Gritos que auguraban algo de lo que todos estaban tratando de huir, algo que no debía de haberlos alcanzado, no ahí. Gritos en la oscuridad. Gritos de una guerra.

Sirius brincó de su asiento en cuanto el primer aullido atravesó el ambiente, olvidándose en seguida de la vieja revista muggle que había estado hojeando. James y Remus a su lado habían detenido lo que estaban haciendo, observando alertas la entrada a su casa, Peter hacía lo que podía por no huir a su dormitorio en ese mismo momento, temía lo que los otros tres pudiesen pensar sobre él.

Ninguno articuló palabra, manteniéndose completamente en silencio, alertas, tratando de escuchar más allá de la seguridad de su Sala Común, pero ni siquiera las gruesas paredes pudieron aislarlos del bullicio exterior.

Algo estaba sucediendo allá afuera, pero antes de que cualquiera de ellos pudiese abalanzarse a la salida, una muy alterada Minerva McGonagall entró a la casa de los leones. Para ese punto, más y más Gryffindors se hacían presentes en la Sala Común, llamados por el claro sonido de lucha más allá de las paredes escarlatas.

–Minnie, ¿qué está pasando? –interrogó inmediatamente James Potter, incapaz de mantenerse en silencio por más tiempo.

La profesora se giró hacia sus estudiantes, los miembros más valientes del colegio. Podía ver el interés y la curiosidad bullendo dentro de cada uno de ellos. Podía verlos abalanzándose, sin siquiera pensarlo dos veces, a una lucha de la cual no tendrían la certeza de volver. No podía permitir eso jamás.

Por primera vez en su vida, Minerva McGonagall parecía no estar segura de qué decir.

–Nadie... –aclaró su garganta, reacomodando las orillas de su túnica desaliñada–. Queda completamente prohibido que algún estudiante salga de la Sala Común.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now