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Sirius Black se removía cómodamente entre sus cobijas, su mente aún demasiado ocupada con los acontecimientos del día anterior como para pensar que tenía clases a las que atender.

La imágenes de la noche anterior se reprodujeron en su mente adormilada e, inconscientemente, sonrió al rememorar el sabor de los labios de Aylin sobre los de él y el color verdusco de sus ojos mirándolo. Se giró al otro lado de la cama, nadando en los recuerdos, abriendo ligeramente los ojos, solo para encontrarse con dos pares de ojos que lo observaban fijamente a una distancia menor de lo que a él le hubiese parecido normal para esa hora de la mañana. Brincó entre las cobijas, sobresaltado por la cercanía de dos de sus amigos que lo miraban como si le hubiese salido un tercer ojo.

–¿Qué demonios? –preguntó, incorporándose automáticamente en su cama, girándose a ver a sus dos amigos que seguían observándolo en silencio.

–¿Dónde demonios te metiste ayer?, ¿tienes idea de lo preocupados que estábamos cuando no regresaste a ninguna de las clases?, tuvimos que mentirle a McGonagall para evitar que te metieras en problemas. Mentirle, ¡a McGonagall! –reclamó enfurruñado el más alto de sus amigos, cruzándose de brazos.

James, por otro lado, estaba más ocupado removiendo las cobijas del azabache, como buscando encontrar alguna clase de tesoro perdido, hasta que Sirius le soltó un manotazo mirándolo con el ceño fruncido, obligando al miope a dejar de rebuscar entre las cobijas del mayor.

–Buenos días para ti también, querido Lunático –respondió cínicamente el azabache, estirándose aún dentro de la cama, soltando un bostezo.

Remus lo golpeó en el pecho con el primer libro que encontró a la mano.

–¡Hey! –se quejó el azabache, pasando una de sus manos en donde había sido golpeado, girándose a ver a su licántropo amigo el cual seguía enfurruñado–. Bien, lo siento por haber desaparecido así, ¿está bien? –se disculpó, haciendo un gesto con las manos como para recalcar su arrepentimiento. Remus achinó sus ojos, pero terminó cediendo, sentándose en los pies de la cama junto a James, el cual estaba realmente impaciente por escuchar los detalles del día anterior.

–Sí bueno, ya dicho eso –se metió el miope–, pasemos a las cosas verdaderamente importantes, ¿qué pasó ayer?

La sonrisa de Sirius terminó contagiándose a los otros dos magos cuando el azabache comenzó a narrar los acontecimientos pasados.

–¿¡Salieron a una villa muggle!? –preguntó escandalizado el licántropo.

Sirius asintió, ensanchando su sonrisa.

–Increíble –exclamó James asombrado, a lo que Sirius respondió guiñándole.

–¿Increíble?, ¿sabes cuántas cosas podían haber salido mal?, podían haber sido expulsados o peor, muerto.

–Me alegra saber que alguien tiene sus prioridades organizadas –se burló el azabache, ganándose una mala mirada de parte del castaño–. Ya, Lunático, nada de eso pasó, estamos todos bien y las cosas no pudieron haber ido mejor –continuó, recargándose cómodamente sobre sus brazos en la cabecera de su cama, sonriéndole socarronamente a sus amigos.

–¡Oh por la santa madre de Godric Gryffindor, se besaron! –exclamó James, señalando a su amigo. Sirius se limitó a ensanchar su sonrisa–. ¡Lo sabía, lo sabía, lo sabía! –añadió, haciendo lo que parecía un baile de la victoria desde su asiento.

Sirius rompió en carcajadas e incluso Remus se permitió sonreír levemente ante la visión de su amigo retorciéndose en lo que se suponía era un baile.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now