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Regulus no tenía que haber estado ahí. No estaba preparado para eso, no tenía el rango necesario dentro de las filas de mortífagos, ni era lo suficientemente importante para ser considerado esencial. No era nada más que un niño pretendiendo ser un adulto. Pero Bellatrix había insistido.

Desde la óptica de la fiel mortífaga, Regulus Black era el futuro de su familia y no había espacio para objeción alguna. Con el futuro que se esperaba que tuviera, había estándares que debía de cumplir, cosas que debía de hacer y presentarse a una ocasión como aquella era una de esas cosas.

Regulus deseaba que Aylin estuviese ahí con él, al menos eso haría la situación menos incómoda, pero sabía que no podría ser, Bellatrix odiaba a Aylin, de una manera en la que no había odiado a nadie más, excepto tal vez a su su hermano, Sirius Black, mejor conocido por ella y el resto de las familias sangre puras como la–desgracia–familiar–Black.

Bellatrix Lestrange se pavoneó dentro dentro de la sala, terminando con la repentina ensoñación de Regulus, el resto ya estaban en la habitación. Detrás de Bellatrix el cuerpo de un hombre flotaba, Regulus estaba seguro de que había escuchado la palabra "presente" colgando de los labios de la bruja a modo de explicación. 

Ni siquiera Narcisa Malfoy o su esposo se atrevieron a comentar nada por la impuntualidad de la bruja o el "presente" que traía con ella.

–Llegará en cualquier momento –advirtió Bellatrix, mirando significativamente a su primo con esa sonrisa retorcida que la caracterizaba. Regulus sintió sus vellos erizarse bajo la profunda mirada de la bruja, deseando poder huir de ahí en ese mismo instante, a pesar de eso, se obligó a mantenerle la mirada a su prima. Regulus Black podía no ser un león, pero no era ningún cobarde.

Tal como Bellatrix había predicho, la sombra de un hombre se apareció pronto dentro de la sala. La temperatura dentro de la habitación descendió brutalmente, Voldemort había llegado.

–Mi señor –saludó Bellatrix, haciendo una reverencia.

El resto de los mortífagos en la sala la imitaron, ninguno atreviéndose a desafiar la implícita expectativa. Regulus no pudo evitar preguntarse qué habría hecho Sirius en su lugar.

Sirius jamás estaría aquí en primer lugar.

Erradicó el pensamiento rebelde que lentamente crecía dentro de él, sabiendo que actuar como debía (mas no como quería) era lo mejor que podía hacer para sí mismo en ese momento.

Aquel que alguna vez había sido un hombre se limitó a extender su mano hasta la bruja, la cual la besó castamente. Regulus jamás se había sentido tan asqueado de su prima como en ese momento y, a pesar de sus mejores esfuerzos, una ligera mueca de desagrado surcó su rostro.

Eliminó la mueca tan pronto como se dio cuenta de que había aparecido, tan solo unos breves segundos había decorado su rostro, pero esos breves instantes fueron suficientes para llamar la atención de la otra bruja presente, su otra prima, Narcisa Malfoy, lo observaba de una cierta manera que él no pudo definir si era horror o admiración. Se observaron en silencio, Regulus rogándole con la mirada su discreción, Narcisa con el rostro completamente imperturbable, sin dejar muy claro si comentaría algo al respecto o no.

Narcisa y Regulus siempre habían sido similares, ambos habían vivido con estándares y expectativas desde el primer día de su nacimiento, ambos habían sido arrastrados a las costumbres y tradiciones de sus familias, ambos habían deseado más para sus vidas. Pero, mientras Narcisa había decidido ahogar esos viejos sueños juveniles y aceptar su destino, casarse con un mago de sangre pura y seguir el camino que había sido trazado por alguien más para ella, Regulus no estaba muy seguro de querer hacer lo mismo. Aún estaba esperando que un milagro sucediera.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora