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El castillo de Hogwarts era ambas, antiguo y enorme. Dentro de este había tanta historia y recuerdos como pasadizos y habitaciones secretas, Los Merodeadores podían orgullosamente decir que conocían todos y cada uno de ellos.

Durante todos sus años de Hogwarts nunca perdieron el tiempo, buscaron y corrieron en esos espacios secretos, recorrieron los pasillos a altas horas de la madrugada y observaron las estrellas desde el Bosque Prohibido. Habían estado en todos los lugares que valían la pena visitar, todos excepto uno, la biblioteca.

Los cuatro magos eran reconocidos entre la población estudiantil bajo muchos adjetivos, ninguno de ellos encajaba con estudiosos. El único de ellos lo suficientemente responsable para visitar el lugar sagrado de los libros era Remus Lupin, los otros tres cuartos del grupo casi preferían perder una extremidad que pasar una tarde en ese lugar, o eso al menos así había sido hasta el año pasado, pues ese último año un segundo Merodeador comenzaba a encontrarle el lado bueno a realizar visitas constantes a la biblioteca (aunque el resto de sus amigos sospechaban que aquello tenía más que ver con cierta bruja pelirroja que en periodos de exámenes podía prácticamente acampar ahí, que con realmente sentarse a leer un libro). 

Era por esas mismas razones que cualquiera se sorprendería de encontrarse con tres de los cuatro miembros de tan emblemático grupo dentro de la biblioteca, sumergidos en libros y periódicos viejos, en la mañana previa a Navidad.

Los cuatro Merodeadores tenían planeado no regresar en el tren en esas vacaciones de invierno. Era su séptimo año en Hogwarts y todos eran muy conscientes de ello, planeaban quedarse en el castillo esa ocasión y disfrutar de sus últimas vacaciones juntos. Claro que ninguno de ellos había considerado una nueva variable en el tablero que terminó desajustando sus planes, Aylin Winchester.

Sirius Black había convertido en su misión personal descubrir más sobre la bruja en cuestión, sabiendo que la biblioteca era su única opción, se armó de valor y esa mañana de vacaciones navideñas se adentró en las entrañas del conocimiento, acompañado por James y Remus, que habían acordado ayudarle. El cuarto Merodeador, aún resentido por lo sucedido con la bruja, se había mostrado reacio a apoyar a sus amigos en esa ocasión y contra todo pronóstico había terminado abordando el tren escarlata de regreso a su hogar, solo.

Sirius estaba frustrado, llevaban horas buscando sobre la familia Winchester y hasta ese momento no habían podido encontrar nada más que lo obvio, que era una familia poderosa y sangre pura que se había asentado en Estados Unidos. Nada más, no había ni un solo otro dato relevante entre todos los periódicos internacionales que habían conseguido. Ni. Uno. Solo.

James soltó un resoplido exasperado, reacomodando sus lentes.

—Esto no está funcionando.

—No me digas, genio. ¿Llegaste a esa conclusión tu solito? —espetó sarcásticamente el azabache junto a él, ganándose una mirada de reproche la cual ignoró. Giró su rostro al otro merodeador frente a ellos: 

—Lunático, sabemos que este es como...el lugar sagrado del conocimiento o una mierda así, pero llevamos horas aquí y aún no encontramos nada.

—Hay una característica de la biblioteca que de verdad aprecio, ¿saben cuál es? —cuestionó el chico de las cicatrices, despegando su mirada ligeramente para observar a sus amigos, mientras pasaba lentamente la página de su libro—. El silencio.

El hombre lobo prácticamente pudo sentir a sus otros dos amigos torcer los ojos frente a él y no pudo evitar sonreír levemente con suficiencia cuando todo volvió a ser silencio dentro de la habitación...

—¡Mierda! —Sirius tiró una pila de periódicos que se desperdigaron por el suelo. 

Miró el caos de papeles considerando un momento la posibilidad de dejarlos ahí con la esperanza de que alguien más los recogiera luego, mas luego de notar la desaprobatoria mirada del licántropo frente a él suspiró por vencido, agachándose para recoger el tiradero. 

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now