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La sala común de Slytherin se encontraba inusualmente vacía y había una simple razón para que eso sucediera: quidditch. 

La temporada del deporte había iniciado y esa mañana particularmente fría de octubre se enfrentaban los dos rivales más odiados entre sí, Gryffindor y Slytherin. Todos querían ver ese partido, todos excepto Aylin Winchester, la solitaria alma que se encontraba en ese momento dentro de la seguridad de las mazmorras. Nunca había entendido el quidditch del todo.

Mientras la mayoría del cuerpo estudiantil y docente bajaba al campo de quidditch para apoyar a su equipo favorito, Aylin se escabullía entre los pasillos de la sección prohibida en la biblioteca. 

Las porras se escuchaban hasta los silenciosos pasillos de la biblioteca y Aylin no pudo evitar sentirse ligeramente culpable por haber declinado la invitación de Regulus de ir a apoyarlo, pero la bruja sabía que aquella sería su mejor oportunidad de encontrar los libros de artes oscuras que necesitaba sin ojos curiosos que la observaran. 

La paz y tranquilidad de las mazmorras no fue disturbada hasta pasadas las primeras horas de la tarde cuando las personas comenzaron a regresar del partido, trayendo consigo un bullicio que a Aylin se le antojó molesto. Convencida de que no podría leer mucho más luego de la ruidosa compañía que representaban sus compañeros de casa, cerró el libro y se encaminó al Gran Comedor.

Apesar del poco entendimiento que tenía la bruja hacia ese deporte en particular, no pudo evitar el ápice de curiosidad que crecía en ella al notar los rostros animados de sus compañeros. Si bien no entendía la rivalidad entre leones y serpientes, había algo que Aylin comprendía bastante bien, el querer ganar. 

—Hey —dijo Aylin, llamando la atención de una niña de grados menores de su casa—. ¿Ganamos? 

La niña, ligeramente sorprendida por la atención de una bruja mayor, la observó por un momento y luego:

—No, perdimos, pero después de lo que sucedió a nadie la importa el resultado.

Aylin no desvió su mirada esperando una explicación, pues si no habían ganado, ¿qué podía tener de tan buen humor al resto de las serpientes? 

La menor se removió bajo su intensa mirada y se apresuró a añadir: 

—Uno de nuestros bateadores tiró de su escoba a uno de los jugadores de Gryffindor, ¡dicen que se rompió al menos un par de huesos! 

—¿A quién? —presionó Aylin, frunciendo el ceño al no reconocer la burbujeante sensación que comenzaba a recorrerla. Ignoró la repentina tensión en su pecho y añadió: —¿A quién tiraron de su escoba?

—A Sirius Black. 

···

Si había algo de lo que Aylin estaba segura era de que lo que estaba por hacer era una muy mala idea. Tal vez la peor idea que se le había ocurrido desde la vez que pensó que montar un unicornio era posible...no, esas criaturas no eran amigables. 

Era entrada la madrugada y la bruja se encontraba frente una puerta cerrada, debatiendo mentalmente si seguir adelante o no. Siempre podía regresar a su habitación a tratar de conciliar el sueño...como había estado haciendo las últimas horas. Gruñó por lo bajo, a quién quería engañar, ella sabía que había tomado la decisión desde el momento en el que abandonó su sala común. 

Inhaló profundamente y, rogando porque las viejas puertas de madera no rechinaran delatándola, empujó lentamente. El interior de la habitación estaba tan silencioso y vacío como el pasillo por el que había llegado. Sirius Black dormía profundamente en la camilla más alejada a la entrada. 

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now