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Secretos. Bases de la destrucción, responsables de los silencios en las conversaciones extraviadas, causantes del temor y la incertidumbre. Hirientes. Destructivos. Amargos.

Secretos.

Aylin no logró respirar con normalidad hasta que las líneas en la pared del pasillo delinearon la puerta de aquella habitación que consideraba un hogar. Atravesó el umbral en silencio, sintiendo el peso de su propia ansiedad anudando su garganta y presionando sus pulmones, asfixiándola.

Aylin se estaba ahogando en un mar de mentiras y expectativas.

Un mar en el que ella misma se había sumergido.

La chimenea permanentemente encendida de la habitación y la cama con dosel la recibieron amistosamente. Casi parecía que la habitación sonreía en su presencia, le hubiese gustado poder sonreír de regreso.

Frotó sus manos y sacudió su cabello, tratando de librarse del estrés que recorría su cuerpo, encaminándose hasta la chimenea buscando entrar en calor. Pero el frío no estaba fuera, sino dentro de ella misma.

Sabía que debía de calmarse, pues él estaría ahí en cualquier momento y no habría mentira lo suficientemente bien elaborada para librarla si la encontraba en ese estado. No habría mentira que lo protegiera de ella. Que los protegiera a ambos.

Trató de poner su mente en blanco, así como había aprendido muchos años atrás, pero en el silencio de la ausencia de un pensamiento claro, las imágenes de horas antes se filtraban, las palabras de los otros roían y escarbaban hasta lo más profundo de ella. Unos cuantos días más, solo eso era lo que le quedaba para ser quien en realidad era. Solo eso tenía para ser libre.

La cuenta regresiva se había iniciado en su mente, como un burlesco recordatorio de lo rápido que se desvanecía el tiempo. No había salvación alguna para las almas que rechazaban la redención. No había camino que recorrer más que el que yacía al frente. Así ella lo había decidido.

Casi soltó un grito cuando la puerta de la entrada rechinó, anunciando la presencia de un nuevo personaje.

–¡Hey!, te había estado buscando, no te encontré al terminar el examen –saludó Sirius Black, recién atravesó el umbral.

Aylin puso la sonrisa más creíble que pudiese dibujar en su rostro, pues el telón se había abierto y la función recién comenzaba.

–Tuve que acompañar a Regulus por unos libros a su habitación –mintió.

El azabache se acercó hasta ella, depositando un beso en su labios a manera de saludo, el cual la bruja no se negó a corresponder.

–¿Todo bien? –preguntó quedamente el ojigrís, buscando la mirada de la chica.

Había una razón por la que Aylin se había dedicado a evitar a Sirius durante todo el día y era justo esa pregunta. No quería que le preguntaba si estaba bien, no quería notar la preocupación en sus grises ojos o la decepción al notar sus mentiras. No quería que él quisiera ayudarla, pues la culpa de lo que haría la estaba comiendo viva y sentir la viva y punzante preocupación en sus palabras solo lo hacía más difícil.

Él lo hacía más difícil.

Se alejó de su abrazo, huyendo de sus grises orbes.

–Sí, yo... –se detuvo a sí misma al notar la mirada que él le estaba dedicando. Soltó un suspiro.– Los exámenes fueron demasiado, Dolohov ha estado más insoportable que nunca, Parkinson y ellas cada día parece que buscan una nueva manera de fastidiar mi existencia, tuve un enfrentamiento con la estúpida de McKinnon y parece que sin importar lo que haga no puedo entrar en calor.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now