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Aylin no era la clase de bruja que creía en las supersticiones.

No era la clase de bruja que creía en el poder de las estrellas y la fuerza que ejercían en las personas dependiendo su mes de nacimiento. No creía en la lectura de las hojas de té o en las cartas de tarot. No creía en adivinar el futuro y afianzarse a ello, en parte porque le parecía estúpido creer en otra cosa que no fuese que las cosas siempre están en constante movimiento y que el destino no tiene mano propia para influenciar su vida, en otra parte, porque le parecía doloroso visualizar una imagen y esperanzarse en ella solo para que al final esta no resultara. Ella no sabía si eso la hacía inteligente o simplemente cobarde.

Aylin no creía en el destino o que el futuro ya estaba diseñado y no había nada que nadie pudiese hacer al respecto de eso, pero, luego de que Severus Snape se apareciera en la habitación recitando las palabras que había escuchado, incluso Aylin tuvo que admitir que su propia determinación se había visto severamente atentada, ni hablar de la del resto de sus compañeros que parecían debatirse internamente entre levantarse en armas en ese mismo instante y destruir a todos los candidatos que cumplieran con las especificaciones que Snape había recitado o sentarse a planear meticulosamente la manera más eficiente para acabar con la amenaza.

Ella no estaba segura de cuál de las dos opciones le aterrorizaba más.

–¿Mi señor? –Bellatrix Lestrange fue la primera en romper el silencio, pues el mago principal de la profecía no se había movido siquiera de su sitio luego de las palabras de Snape.

Voldemort levantó su rostro y por un breve instante, sintió sus ojos recorrerla, helando hasta lo más profundo de su ser. Luego, lo que menos esperaban sucedió, el hombre sonrió, de esa manera perturbadora que lo hacía infinitamente más atemorizante y entonces, comenzó a reír. Rio, de forma frenética y peligrosa, como solo las hienas sabían hacerlo.

Lentamente, el resto de los presentes comenzaron a reír junto a él. Una jauría anunciando su presencia.

Aylin tuvo que obligarse a ignorar la incipiente cacofonía que amenazaba atentar con su cordura, sintiendo el pánico crecer dentro de ella con cada segundo que pasaba, pues ella sabía  de dos parejas que estaban próximas a cumplir con las condiciones de la profecía y que, a pesar del descabellado escenario en el que parecía haberse sumergido entre risas, ninguna estaría a salvo a partir de ese momento. Ninguna estaría a salvo hasta que Voldemort diera su último aliento.

Aylin siempre había pensado que ella probablemente no llegaría al día en el que su ahijado naciera, pero jamás había considerado la posibilidad de que fuese al revés. Jamás había considerado ser la madrina de un niño muerto.

Sintió sus entrañas retorcerse ante la mera idea. La bruja no tenía idea de cuál sería el curso de acción luego de eso, pero estaba segura de una cosa, Lily y James Potter tendrían un hijo y la oportunidad de vivir una vida juntos y, aunque tuviese que morir en el camino, se encargaría de que eso llegara a completarse.

Jamás había sentido tanta urgencia por tomar acción en la destrucción del mago como en ese momento.

Las risas cesaron repentinamente cuando uno de los presentes cayó muerto en el suelo, fríamente asesinado por Voldemort.

–La siguiente persona que se atreva siquiera a insinuar que esta profecía pueda ser verdad –amenazó Voldemort, mirando con desprecio el cadáver de uno de sus fieles seguidores–, no tendrá un final tan misericordioso.

Acto seguido, Nagini apareció entre las piernas del mago y apenas al escuchar la orden, prosiguió a deshacerse de la evidencia del asesinato.

No importaba cuántas veces Aylin presenciara esa misma escena, siempre sentía las náuseas haciéndose presentes luego de eso.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now