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—¡Pásame otro! —gritó Aylin, recibiendo al instante un nuevo explosivo, pegándolo en los cimientos del puente.

—Sigo pensando que esto es una locura.

—Oh, vamos, Reggie, un poquito de positividad en la vida —pidió con mofa—. A ver, una sonricita.

Él se limitó a torcer los ojos.

—Solo acabemos de pegar estas cosas.

—Señor, sí señor.

Para dos personas que no estaban acostumbradas a lidiar con explosivos, el puente había quedado como una verdadera obra de arte. Ahí donde pusieran sus ojos, una mecha yacía, lista para explotar en cualquier momento.

El bosque, más allá de la barrera, estaba inquieto. Demasiado despierto para la hora del día, demasiado ruidoso para la oscuridad que aún entintaba el cielo.

Si se concentraban lo suficiente, casi podían escuchar los pasos a la distancia. Los pasos de un ejército, de una guerra.

Aylin se dejó caer al suelo, dispuesta a esperar el momento indicado para encender la mecha, aprovechando esos minutos de paz para revisar el vendaje de su pierna. Remus había hecho un trabajo excepcional, la gran abertura que había decorado su pierna tan solo unas horas antes se había reducido a un pequeño corte y al rosa profundo de una nueva cicatriz. Reacomodó el vendaje sobre su muslo, incapaz de dejar sus manos quietas.

Regulus se desplazaba nerviosamente en la orilla del puente.

—Deja de hacer eso, me estás poniendo nerviosa.

—¿Yo te estoy poniendo nerviosa?, ¿qué hay del ejército enorme que viene a acabar con nosotros?

Aylin arrugó el ceño, exagerando una mueca pensativa, como tratando de encontrar la respuesta una pregunta muy difícil.

—Noup, definitivamente tú eres el que me está poniendo nerviosa.

El mago resopló, obligándose a sentarse junto a la bruja.

Secretamente, Regulus sentía envidia de ella, de la manera en la que podía sentarse y sonreír como si todo estuviese bien, de cómo podía mirar directo al rostro del peligro y burlarse en su cara, de la tranquilidad en su tono y la seguridad en su mirada.

Secretamente, Regulus deseaba ser más como ella.

—¿Cómo lo haces?

—¿Cómo hago qué? —respondió ella, envolviendo su muslo con la venda.

—Esto —dijo, señalándola—. ¿Cómo haces para estar tan tranquila aún en momentos como este? ¿Cómo haces para no tener miedo? —añadió, en una voz pequeña que solo el silencio de las primeras horas de la mañana le permitió escuchar.

En cuanto escuchó sus palabras, Aylin se detuvo en seco, girándose hacia él automáticamente.

—¿Crees que no tengo miedo?

Regulus se encogió de hombros, incapaz de regresarle la mirada, pues sabía que en sus ojos el pánico que estaba sintiendo se reflejaría.

—No, no solo tengo miedo —dijo—, sino que estoy aterrada. Estoy aterrada de perderlos, de no ser lo suficientemente rápida, de no lograr vencer esta noche, de perder la guerra. Estoy aterrada de que este sea el adiós.

—Creo que eres muy valiente, más valiente de lo que jamás podré serlo yo —confesó, cabizbajo.

—Reggie —lo llamó, obligándolo a mirarla—. Yo desearía ser tan valiente como tú. ¿Quién fue el que golpeó a Evan Rosier cuando insultó a Sirius?, o el que se atrevió a mentir en la cara de todos los mortífagos por defender lo que creía, quién fue el que se lanzó frente a los Longbottom para defenderlos de su propia muerte, o el que destruyó el primer horrocrux —continuó, la honestidad de su mirada cargando todas y cada una de sus palabras—. Eres una de las personas más valientes que he conocido en mi vida, porque, cuando debías ser solo un niño, tuviste que actuar como un hombre y hacerle frente a una guerra de la cual tú no deseabas ser parte. Estoy orgullosa de ti y que nada ni nadie trate de convencerte de lo contrario, pues tú, Regulus Black, eres el significado verdadero de lo que es la valentía y yo no podría estar más agradecida de tenerte en mi vida.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora