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Madame Pomfrey le había sugerido—no, le había ordenado que mantuviera reposo. Orden que Aylin Winchester se vio en la necesidad de desobedecer.

La brisa nocturna se colaba por el pasillo en el que Aylin divagaba, refrescándola. Había huido de su habitación por impulso, en búsqueda de un poco de aire pues las cuatro paredes de su dormitorio había amenazado con asfixiarla.

Los oscuros pasillos parecían tener más vida de lo usual para un viernes a altas horas de la madrugada, lo cual la inquietó. No quería tener ningún problema, solo quería—necesitaba—un momento de tranquilidad para ella misma.

Se dejó guiar por el silencio, rogando que este no la traicionara.

Deambuló por el pasillo, sus manos jugueteando distraídamente con los bordes de la camiseta negra que caía hasta sus muslos. Oh el rostro que habían puesto sus compañeros de casa al haberles hecho creer que The Beatles era una famosa banda americana de magos, había sido suficiente para haberla hecho reír.

Tan solo recordar sus expresiones traía una sonrisa de nuevo a su rostro. Era una lástima que sus compañeros se perdieran de esa música magistral por ser tan puristas, pero Aylin estaba agradecida por eso, pues solo así podía usar libremente la camisa que Sirius había terminado por regalarle.

El recuerdo la arrastró hasta las galaxias dibujadas en sus ojos, aquellas en las que se había perdido.

Ahogó la sonrisa de inmediato.

Sirius Black y su irremediable sonrisa, eran la razón por la cual la bruja le había rogado a Poppy Pomfrey que le diera de alta antes de lo previsto. La mirada traviesa del mago la había acompañado prácticamente todos los días que había estado internada, a veces llevándole comida, a veces solo haciéndole compañía en el aburrimiento.

Aylin podía decir que estaba cansada de su presencia, de su voz, de sus atenciones, pero todo aquello hubiese sido una mentira y aunque la bruja era una excelente mentirosa, nunca podría engañar a la única persona que necesitaba ser engañada: ella misma.

Era por esa razón que luego de compartir el desayuno en la cama con el chico de los ojos grises, Aylin había decidido que era momento de regresar a la vida real. Era momento de alejarse de la comodidad de su presencia, aunque en el fondo Aylin sabía que estaba tan sumergida en las constelaciones de sus ojos, que ni siquiera regresando a su viejo continente podría huir de él.

Sacudió su cabeza, tratando de remover esos pensamientos y siguió adelante por el pasillo.

La torre de Astronomía se encontraba justo por encima de su cabeza, protegida por las interminables escaleras en forma de caracol que parecían amenazar con marearte todo el camino de subida y una vez que estuvieras lo suficientemente mal, tirarte hasta el suelo, para después reírse de ti.

Esa idea, por descabellada que pareciera, había terminado por motivarla aún más. Subió lentamente hasta la punta, rogando por la paz y el silencio que deseaba.

La vista era hermosa desde ahí.

Había algo de los lugares elevados que generaba en Aylin ambas, un pánico incomparable y una paz abrumadora.

Respiró profundamente, absorbiendo la tranquilidad del lugar desde la seguridad del centro de la torre, pero el olor a cigarrillo se filtró por sus fosas nasales haciéndola consciente de que no se encontraba sola.

Maldijo en voz baja, sin siquiera molestarse en tratar de distinguir la silueta en la orilla de la torre, pues el lugar tenía una intimidad propia que no estaba dispuesta a compartir con nadie más.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora