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Aylin siempre había amado la nieve. 

Le hacía pensar en chocolate y árboles de Navidad, en regalos y cenas familiares. Le hacía sonreír infantilmente,  soñar despierta y desear sentarse frente a una chimenea hasta que el fuego se extinguiera y no quedara nada más que cenizas.

Aylin Winchester solía sonreír al caer la nieve, pero al esperar en la estación el tren escarlata que la llevaría a una casa que no podía llamar hogar, lo único que la nieve había conseguido era sumergirla en recuerdos. 

Las vistas del paisaje blanco frente a ella se transformaron a un bosque distinto, donde los pinos crecían infinitamente hacia el cielo. Risas de tres personas que corrían por el lugar la hicieron voltear, observó con melancolía las bolas de nieve que entre ellos se lanzaban, los ángeles que formaban en el suelo con sus cuerpos, juntos. 

Deseó poder escabullirse hasta ese momento y robarle un instante al tiempo el cual tanto le había arrebatado.

Quizo reír con ellos como ayeres atrás, saltar y correr a su lado. 

Deseó con un sueño imposible, pues sin importar el poder de un mago o su varita, no había hechizo lo suficientemente poderoso que fuera capaz de traer a alguien de regreso a un mundo al que ya no pertenecía.

El silbato del tren rompió con la ensoñación, arrastrándola de regreso al presente. La sonrisa desapareció de su rostro, obligándola a sellar la puerta a los recuerdos, sabiendo que recuerdos como esos solo tenían una función ahora en su vida, ahogarla.

Abordó el tren.

···

Walburga y Orion Black eran todo lo que ella había esperado. O más. 

No que sus expectativas hubieran sido precisamente buenas. 

Las presentaciones habían sido de lo más incómodas. Walburga Black, una bruja de cabellos oscuros y porte elegante, no se había abstenido de observar a la rubia frente a ella como si fuera un producto detrás de una vitrina, el cual no estaba segura de querer comprar. Una mirada bastó para que Aylin considerara que, tal vez, la idea de dormir en el Caldero Chorreante esos días no era tan mala después de todo. 

Por otro lado, cuando Aylin desvió su mirada hacia Orion Black, se sorprendió de notar el color de sus ojos y lo afilado de sus facciones, Sirius Black era la viva imagen de su padre. El mago le dedicó una mirada desaprobatoria a su esposa por su poca educación, mientras se presentaba con la bruja cortésmente.

Regulus había intentado desaparecer el silencio, pero pronto su entusiasmo fue extinguido frente la indiferencia de sus padres. Esa sonrisa juguetona que lo había acompañado los últimos meses en Hogwarts se perdió entre los andenes de la estación. 

Finalmente, partieron todos juntos como la familia feliz que no eran.

···

Grimmauld Place le pareció a Aylin, en una sola palabra, tétrico. La bruja no había tenido la oportunidad de conocer la casa de los Black antes, pues durante las últimas semanas de vacaciones de verano había pasado sus días en la Mansión Malfoy, sin embargo, al no haber querido abusar de su hospitalidad, Aylin había terminado aceptando la invitación de su amigo Regulus a pasar las fiestas en su casa. Aún no estaba segura de haber tomado la mejor decisión. 

La casa tenía un peculiar hechizo que la mantenía oculta de la vista muggle, apareciendo entre el número once y trece de la calle Grimmauld al ser invocada. La fachada por sí sola le pareció sencilla y poco memorable, pero el interior de la casa era simplemente opresivo. Parecía que hasta los mismos muebles tenían vida propia y en el momento menos oportuno alguno de ellos se le lanzaría encima, reclamándole su pobre elección de palabras o la falta de altivez en sus gestos.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Where stories live. Discover now