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Aylin rengueaba lo más rápido que podía por el pasillo, huyendo.

Las sombras alrededor de ella se revolvían vertiginosamente, estirando sus garras oscuras tratando de alcanzarla.

Ella estaba destinada a correr. Estaba destinada a atraerlo a esa parte del castillo, pero no estaba destinado a hacerlo sola.

Tal vez debieron de haberlo pensado mejor.

El sonido descontrolado de su respiración era lo único que registraba más allá de la voz que clamaba a su nombre entre susurros.

Estaba cerca. Demasiado cerca.

Tratando de ignorar el punzante dolor de su pierna, aceleró el paso al sentir un escalofrío recorrerla. Las garras jugueteaban con las puntas de su cabello, acariciando su cuello, erizando su piel.

Podía escuchar su risa burlándose de ella y Aylin no quería hacer otra cosa que girarse y enfrentarlo ahí mismo, pero ella sabía mejor que eso. No era lo suficientemente estúpida para frenar.

En el castillo, no había ni un alma que aún rumiara por los alrededores. La lucha parecía haber muerto, no había rastro alguno de qué bando había ganado, excepto por ellos dos aún corriendo en el pasillo, aún peleando por defender algo que ambos creían que les pertenecía, la libertad, el mundo.

Un solitario faro refulgiendo en la oscuridad.

El corazón del castillo palpitaba con los remanentes de la batalla aún desperdigados por las orillas de los pasillos centrales. Expresiones de sorpresa y miedo la alcanzaron en cuanto el primer par de ojos cayó sobre ellos, a pesar de eso, ninguno se atrevió a cruzarse en su camino.

Desesperada, abrió las puertas del Gran Comedor con violencia, ingresando a la habitación, dejando detrás de ella la única salida por la que podría escapar. Acorralada entre las sombras y la pared, finalmente, se detuvo.

No había a dónde correr y ambos lo sabían.

Así era como tenía que ser.

Finalmente, giró sobre sus talones, encarándolo.

Lord Voldemort le sonreía con arrogancia.

Aylin desvió su rostro alrededor, observando caras que reconocía. Lily, con lágrimas aún escurriendo desde sus ojos; Remus y James uno recargado en los hombros del otro, sangre y tierra decorando sus rostros; Moody aún batallando con la captura de dos mortífagos simultáneamente; el cuerpo de Severus Snape en el suelo, un pequeño lirio púrpura decorando su túnica oscura; junto a él, Ted Tonks con una pequeña niña de cabellos rosados llorando sobre su pecho; más cuerpos en el suelo que no se atrevió a observar por miedo.

Rostros que la observaban con el aliento atorado en sus gargantas, probablemente ninguno esperaba que llegaran tan lejos, ni siquiera ella creía que llegarían tan lejos, pero ahí estaban, el líder de los mortífagos y ella, una huérfana con nada más que ofrecerle al mundo más allá de su vida.

Rostros que reconocía, pero ninguno de ellos era el rostro que necesitaba ver, el que debía haber estado ahí, junto a ella.

Miró de regreso a Voldemort, sintiendo su expectación, observando la manera en la que saboreaba sobre sus labios el deseo de acabar con su vida, acariciando la fría presencia de su incondicional compañera deslizándose por el suelo junto a él.

Retrocedió, sin atreverse a darle la espalda, hasta el lugar en el que habían acordado esperarlo. Lo observó jugueteando con su varita en mano, listo para usarla, para atacar.

Traitors-(Sirius Black) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora