Capítulo 41

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- ¿Ya puedo irme? – le pregunté reteniendo todo lo que quería gritarle en ese momento.

Asintió, ni una maldita palabra salió de su boca, hecho que me enfureció aún más de lo que ya estaba.

- Genial – dije suspirando repentinamente. Me levanté de la ostentosa butaca y me abrí paso hacia la puerta de la pequeña salita. El mareo estaba presente en cada uno de mis cinco sentidos. Todo mi cuerpo se encontraba temblando, pero podía afrontarlo, pues mis miedos no eran exactamente comunes, como en los demás. No me daba miedo ser atacada por el peor de los bichos, ni que estos me comieran, ni me sacaran los ojos. Nada de eso me importaba, tampoco tenía miedo a morir quemada o asfixiada.

- Altaira... yo...

Me detuve. Noté como se debatía entre hablar conmigo o dejarme ir.

- Debo contarte algo – dijo finalmente en apenas un susurro.

Me di la vuelta para poder ver su hermoso y frío rostro, sabía que era un peligro demasiado grande, pero lo necesitaba en aquel momento.

- Tú dirás – dije sin ningún tipo de ganas. Cuando algo me dolía sabía como actuar, fría y superior, era la coraza más complicada, sin embargo, la única que tenía para casos como estos.

- Verás... ahora no puedo. Dame tiempo... ¿vale? – pidió intentando transmitirme a través de sus palabras y su mirada, la necesidad de todo ello.

Si el supiera que solo escuchando esa voz arrolladora que tenía, podía dejarme llevar...

Asentí.

- Está bien, ya sabes donde encontrarme cuando estés listo – le dije rindiéndome.

Movió su cabeza de lado a lado, ni siquiera le di importancia, necesitaba poner distancia entre nosotros y ansiaba descansar. Una sensación extraña se había instalado en cada fibra de mi ser y luchar contra ella se me estaba haciendo cuesta arriba.

Todos mis compañeros, los que quedaban en la sala de espera, se sorprendieron al verme como si nada, aunque por supuesto que el proceso lo llevaba interiormente.

No tenía miedo al mundo exterior, tenía miedo a mi mundo interior, un mundo capaz de destrozarme en un segundo.

A veces me gustaría que alguien se percatara de todo lo que me pasa, alguien a quien no tenga que agradecerle con nada, ni siquiera con palabras, alguien a quien no tuviera la necesidad de ver, ni tocar, ni sentir... Alguien que con solo mirarme lo supiera todo.

Esa persona era Sam, pero mi Sam, ese que daba la vida por mí si hacía falta...ya no existía más, ahora se había convertido en un divergente frío y calculador, se ha convertido en la persona en la que yo no quiero transformarme.

En el camino hacia la habitación recordé que probablemente esta no se encontraría precisamente solitaria y aunque nadie, al verme como realmente me encontraba, sería capaz de preguntarme, pues tenía la excusa perfecta, como siempre, no deseaba quebrarme en compañía.

De hecho, no es algo que haga ni siquiera en solitario.

Mi primer pensamiento fue encerrarme en cualquier sala desierta que pudiera encontrar. Sin embargo, en el proceso de encontrar una, cambié de opinión.

Me dirigí hacia las vías del tren, iría a donde este me llevara, a un lugar totalmente desierto en el que pudiera hacer lo que me diera la gana, sin remordimientos.

Cuando estuve lista subí como si nada y esperé pacientemente hasta que vi el lugar que deseaba encontrar.

Salté y frente a mí había un precioso acantilado, anduve varios metros y descubrí la inmensidad de aquellas alturas. Vi un trozo de suelo sobresaliendo, más abajo, y decidí que deseaba estar allí, al límite de todo. No me lo pensé y salté.

Me senté en aquel trozo solitario de piedra y contemplé sin pensar cada parte de lo que tenía delante.

Un conjunto de sensaciones me inundó y de nuevo empecé a temblar, como si acabara de salir de las pruebas.

Todo lo que vino después fue desolación total que prefiero olvidar. Me abrí al silencio más absoluto y a la lejanía más abrumadora que había encontrado. La barrera entre la realidad y la ficción desapareció por completo y ni siquiera podía reconocer mi propia vida, mi propio ser.

Me di cuenta, sentada ahí, que la vida es mucho más complicada de lo que nos hacen creer.

JenGVargas

Hoy necesito hablaros con el corazón. Me pregunto cómo se hace para superar ciertas cosas... Después pienso y me percato de que no las superamos, solo vivimos sin remedio cogidos de la mano de cada lágrima y pesar.

Es todo tan injusto en ocasiones...pero siempre debemos ver la parte buena, al menos eso es lo que nos dicen, ¿no? , lo que necesitamos para seguir adelante. 

Por desgracia no tengo un acantilado al que pueda acudir sin más, como Altaira, pero hay veces, momentos en los que ya no puedo, que mi habitación y las teclas del ordenador que estoy utilizando en estas palabras me sirven para liberarme. 

Hay cargas demasiado pesadas que nos acompañan eternamente...

Siento estar tan...Pero hoy me he despertado así, con la sensación de que todo es una pesadilla, pero que al abrir los ojos y ubicarme, me percato de que es real, una realidad fría e hipócrita, una realidad en la que cuando apenas tenemos conciencia ni siquiera podemos entender.

Bienvenida al mundo real, ¿no?

Gracias una vez más por estar ahí, dejadme deciros que vuestros comentarios tienen realmente una repercusión muy grande para mí, ni os lo imagináis. Un beso gigante <3


CAPÍTULO EDITADO


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