Capítulo 80

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Su mandíbula, cuando terminé de contarle gran parte de lo que había vivido, se encontraba tensa, tanto, que parecía que alguna de sus venas, iban a reventar por la rabia que parecían causarle cada una de mis palabras.

Intenté que toda la historia sonara a menos. Siempre lo había hecho, jamás me gustó que me hicieran sentir débil con la mirada, a causa de dar pena con mi historia.

- Eric... - dije de lo más suave.

- ¿Dices que Sam está aquí? – preguntó con su voz más rígida de lo normal y eso ya era decir demasiado.

Asentí con algo similar al miedo recorriéndome.

Se levantó por cuarta vez en lo que llevábamos hablando.

- Iré a buscarlo y...lo...lo voy a ma...

- No – lo corté, mi mano derecha viajó a su pecho, deteniéndolo de alguna forma – No lo hagas.

- Altaira, ese...Es un auténtico...

- Lo sé – le aseguré – Pienso lo mismo, pero no pongas en riesgo todo lo que Cuatro y mi... y ese hombre, han hecho por ti, por nosotros. Estás fuera de todo esto y eso es lo que muchos en estos momentos sueñan con tener, no puedes olvidarlo todo solo por partirle la cara.

Sus ojos conectaron, esta vez, con los míos, dándome, en parte la razón de todo.

- ¿Sabes algo? – le pregunto intentando que olvide su rabia.

- No – me dice algo más tranquilo, aunque su empeño por hacerse respetar, sus hombros no parecen olvidarlo.

- Cuando me encontraba encerrada, incluso mucho después, te veía, te escuchaba. Tu voz, sobre todo tu voz, me hacía serenarme y encarar todo desde otro punto de vista. No tenía fuerzas para seguir ni un minuto más, sin embargo, pensar en que en algún lugar me estabas esperando o incluso buscando, me hacía sentir que debía seguir, aunque fuera un día más. Dormir era todo lo que me hacía bien. Aunque me despertaba entre medio de pesadillas odiosas, que realmente no soportaba, tú estabas entre ellas y eso me hacía tolerar mi situación un poco más. Como si seguir luchando fuera a hacer desaparecer toda la situación.

Sus manos se encontraban en mis mejillas, sus dedos pasaban una y otra vez por mi piel, intentando transmitirme paz. Aunque ni él mismo sabía en estos momentos lo que significaba aquella palabra, pero aun así se lo agradecía con mis ojos.

- Altaira... - dijo intentando hacer desaparecer todo atisbo de dolor en mí.

- No hace falta, es lo que yo sentía – dije haciendo todo a menos.

Negó.

- Lo siento – dijo arrepentido.

- ¿Y por qué deberías sentirlo? – le pregunté con el entrecejo fruncido a más no poder.

- No puedo evitar sentirme culpable por todo lo que te ha sucedido, si yo hubiera actuado de otra manera, si lo hubiera pensado por un momento...

- No, no lo hagas, no te hagas responsable de mí, yo no soy tu hermana, no soy una carga, no soy alguien a quien le debas protección. Sé protegerme sola, no adquieras el honor que me pertenece, no lo hagas.

Silencio. Eso fue lo único que obtuve, al menos por largos minutos de espera.

NARRA ERIC

Mis ganas de estrangular hasta que dejara de respirar a ese energúmeno que desgraciadamente ella tenía como hermano, no lograban disiparse, no desde que supe todo a lo que la había sometido y estoy realmente seguro de que hay más, mucho más. Aunque sé que no lo escucharé, su forma de ser no es similar a la de nadie que yo haya conocido. Su alma es pura, tanto que llena de luz cada lugar que pisa. Por eso, aunque quisiera, en ningún entrenamiento podía pasar desapercibida ante mis ojos, aunque en algunos sabía cómo hacerlo para que no se percatara de mi interés.

Cuando me soltó ese pequeño discurso de que no era frágil, de que sabía valerse por ella misma sin necesidad de que yo la tomara como responsabilidad, un sentimiento que nunca había sentido me recorrió.

Por eso fue que me quedé sin palabras, sin nada para decir, por largos minutos. Pasados esos minutos no es que reaccionara, simplemente me agarró de la muñeca derecha y prácticamente me arrastró hacia su casa.

Y aunque yo ya había estado en ella durante varios días con su padre, el que ella consideraba progenitor, aunque no lo fuera de forma biológica, no pude evitar dejarme sorprender por la ilusión con la que me mostró esa parte de su vida, porque aunque solo era una cabaña, como podría ser otra cualquiera, para ella era un pedacito de su alma. Un lugar donde había vivido todo momento que mantenía en sus recuerdos.

Sus ojos, ellos me mantuvieron conectado en cada momento. Emanaban tal ilusión que era imposible no dejarse cautivar.

Por raro que parezca, después de casi media vida dejándome manejar por la seriedad y obviando las sonrisas que veía en los demás, para no dejarme llevar y sacar a relucir la mía, me olvidé. Me olvidé de la situación, de donde me encontraba y de que papel debía jugar. Simplemente me dejé conmover, me dejé querer y por primera vez en años, me sentí como en casa, aquella que ya ni recordaba.

JenGVargas

Sentirse en casa creo que es la mejor sensación que se pueda experimentar en nuestro día a día. ¿Por qué?

Bueno, es lo mismo que decir que nos sentimos amados, queridos, respetados y sobre todas las cosas, valorados. No es sencillo encontrar esa sensación de bienestar en nadie, pero el momento en que la encuentras en un amigo, familiar o conocido siquiera, todo parece detenerse en el tiempo y sonreírte hasta no poder más.

Si encontráis esa sensación en alguien de vuestro alrededor, no lo dudéis, confiad, aún, aunque yo en algún que otro momento dejara de creerlo, hay personas buenas en el mundo, de esas que pase lo que pase no serán capaces de traicionarte, tener a una de esas personas en tu día a día, es el mayor logro que como persona humana, racional y sobretodo pasional, puedes tener. Si hay más de una...eres afortunado/a.

Les deseo lo mejor a cada una de vosotras, gracias, millones de gracias por estar y seguir viéndome a través de sus pantallas! Os estaré eternamente agradecida, siempre, porque yo escribiéndoos a vosotras, me siento como en casa, esté, donde esté. <3

CAPÍTULO EDITADO

Treat you betterWhere stories live. Discover now