Capítulo 88

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A veces, suceden cosas.

A veces, la vida pesa un poco más de lo normal. 

A veces, tus pensamientos corren por vías lejanas, indebidas y poco cuerdas. 

A veces, sientes la necesidad de no existencia.

Y entonces te juzgas, hay alguien en tu cabeza que te hace sentir culpable por tener una vida y en un instante, no desearla, o peor, imaginarla desecha, inexistente. 

Entonces luchas contra esa voz de ultratumba que te llama a la desaparición y con esa otra, que solo te hace sentir culpable por siquiera pensar por un instante en ser polvo.

Siempre imaginé que la voz positiva, la que realmente debería combatir a esas otras dos, fue desapareciendo poco a poco, palo tras palo, lección dolorosa tras lección incomprendida. Siempre imaginé que se extinguía por el dolor que nos habían causado los demás, pero sobretodo por el que nos habíamos hecho nosotros mismos. Siempre imaginé que esa voz existía en la medida que la vida le permitía. 

En la mía, en la nuestra, esa voz se había extinguido hacía demasiado, por eso no me sorprendió lo más mínimo que Eric me confesara tiempo después, que realmente quiso morir. Quiso ser polvo, quiso desaparecer para siempre, de la mano de su hermana, de su pequeña y ahora inexistente hermana.

Pasó una vida entera juzgándose, maltratándose por no haber hecho lo que debía, pero a la vez luchaba con esa voz, esa que yo llamo desesperación y que aparece, cuando menos te lo esperas, de la mano del mayor palo que nadie pueda darte.



Jamás la volvimos a ver, esa es la verdad.

Una que duele y destroza, pero esa fue nuestra única realidad.

Grace se convirtió en polvo esa misma noche. 

Mi padre quiso ayudarla. En cuanto nos fuimos, en cuanto estuvimos juntos, Grace se puso peor, mucho peor. Él no sabía como ayudarla, así que la cogió, la arropó de la mejor manera que supo y buscó ayuda, pero no la encontró, al menos, no a tiempo. 

Fue tarde cuando intentaron salvarla. Ella ya se había marchado y nadie se había percatado de ello. Sus ojos se habían cerrado para siempre y no hubo nadie que los viera hacerlo una última vez. Sus labios dejaron ir su último aliento y nadie se percató de él, ni siquiera mi padre, que la sostenía entre sus brazos envuelta en mantas, envuelta en salvación, pero también en desesperación por encontrar una solución, algo que le devolviera la vida, una que nunca disfrutó como debía.

Fue tarde. Fuimos tarde.

Y ese hecho, fue uno que nos aturulló para siempre a los tres. A mi padre, por responsabilidad y amor. A Eric por amor, por desesperación, por familia, por sangre, por todo lo que se os pueda ocurrir, imaginar o soñar. Y a mí, por ella, por mi padre, pero sobretodo por ver lo roto que quedó Eric, por sentir cada trozo del dañado corazón que le quedaba, por ni siquiera intentar reconstruirlo, porque eso es algo que nadie puede hacer. 

Grace no iba a volver y esa realmente era la única solución existente para que dejara de doler.

Dicen que el tiempo lo cura todo, siempre estuve de acuerdo, pero los "siempre" se extinguen, como la vida en el cuerpo de Grace o como la felicidad en el de Eric.


JenGVargas


El mundo, hay días en los que, se para.

En esos días, debemos tener paciencia, debemos tenernos paciencia. Toda ella.

Debemos perdonarnos, por todo lo que nos hacemos y lo que no. 

Debemos querernos, aún rotos, aún siendo polvo.

Debemos mirarnos reflejados en un espejo y aún llorando, aceptarnos, porque somos así por algo y ese algo, debe ser suficiente para el inicio o el fin de ese mundo.

Debemos abrazarnos, como lo hacemos con el otro, con los ojos cerrados, entregados en cuerpo y en alma, desbordando amor sin condición, esperanza, fe, equilibrio, emoción.

 Debemos acariciarnos el alma, por muy rota que esté.

Debemos aceptarnos, porque somos y eso, es suficiente.




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